Buenos días. Si en Semana Santa quedase algún espacio para la reflexión acerca de las tantas adversidades que nos afectan, tal vez sería oportuno hacerlo ante los frecuentes asesinatos originados, principalmente, en conflictos de parejas, ejecuciones en las calles hechas por agentes policiales y las muertes por ajustes de cuenta entre gente ligada al tráfico de drogas. Se pudiera decir que la sociedad dominicana destila sangre por doquier y que el mejor ejemplo figura en las crónicas de los diarios, en la exhibición sin pudor de cadáveres en la televisión, que informan de un nuevo asesinato. La imagen de la muerte se nos introduce en la cotidianidad y nos estamos acostumbrando a recibirla como algo normal, al punto de que nos quedamos sin asombro frente a su secuela de sangre, dolor y luto. Estamos ante la necesidad ineludible de rebelarnos como país frente a estas desgracias, de reestudiar el comportamiento social y de regresar a laboratorio los viejos e inútiles esquemas con los que pretendemos enfrentar problema. La sociedad se nos enferma, la familia está en trauma y la opción por la muerte se nos convierte en el primer recurso para dirimir conflictos Aunque no nos resulte fácil admitirlo, nos ronda a cada instante la imagen de la muerte…
