La democracia está obligada a preservarse asimisma y una de las formas de hacerlo, es garantizando un sistema de partidos politicos viable, robusto y confiable. En el caso dominicano púdiera afirmarse que los propios partidos en los últimos tiempos se encargan de desacreditarse a traves de prácticas que les degradan ante el pueblo, que, a propósito, debe ser sujeto y actor principal del sistema. Una de las mil formas de ese descrédito es sin duda lo que ha venido ocurriendo en el actual período electoral, donde se ha denunciado la abasallante compra de cientos de dirigentes opositores, aunque no hay que negar algunas ocurrencias pasadas, solo que en los actuales momentos y según lo denunciado, es voluminosamente escandalosa. Participacion Ciudadana agrega a este detonante, en su más reciente informe, el componente del uso y abuso de los recursos del Estado por parte del partido en el poder, el manejo de los programas sociales para ganar adeptos políticos, así como la ruidosa inversión en publicidad oficial. Acerca de este último elemento, Partcuipacion Ciudadana anota que esa “publicidad oficial suele incluir, de forma velada o expresa, informaciones sobre supuestos logros gubernamentales, que no son otra cosa que propaganda electoral”. El abordaje critico no hay que verlo como un recurso intencional para dañar al Gobierno ni a la reelección, sino entender que esas prácticas socaban mucho más a una democracia desigual, mostrenca, coja en proporcionar y consolidar conquistas vitales para garantizar la calidad de vida del ciudadano, su seguridad, educación, empleos y alimentación, y que además es cuestionada en su modelo de representatividad, resultando al final más espuma que el propio chocolate. ¡De eso es lo que se trata!
