Buenos días. Una forma despreciable de jugar con la inteligencia ciudadana y de ridículamente perder el tiempo, lo constituye el debate en la Cámara de Diputados de un anteproyecto de Ley que instauraría el voto obligatorio en República Dominicana. Se trata de una desfachatez que violenta el artículo 208 de la Constitución, que con claridad dispone: “El voto es personal, libre, directo y secreto. Nadie puede ser obligado o coaccionado, bajo ningún pretexto, en el ejercicio de su derecho al sufragio ni a revelar su voto”. El indicado mamotreto no solo pretende liberar al sistema de partidos políticos, al Estado democrático en sentido general, de su responsabilidad ante la marcada abstención electoral, sino atribuir el mal al desinterés de los dominicanos con derecho al sufragio. De hecho, la pieza recurre al chantaje de disponer como castigo la suspensión de las ayudas sociales, prohibir la renovación de documentos, negar la ocupación de puestos públicos e impedir que quienes no voten, aspiren a cargos elegibles. En definitiva, es la forma más irresponsable de evadir las raíces del malestar, de negarse a la auto revisión crítica, de admitir sus propias flatulencias como el clientelismo, el trasfuguismo vulgar, la imposición de malos candidatos, la compra de cédulas, la falta de programas de concientización ciudadana para estimular el voto y la participación. Se atreven incluso a desconocer la propia carta magna.