Buenos días. El culminante 2024 se retira dejando rastros de sangre femenina por doquier. Desaparece no solo con sus estadísticas azarosas, sino enrostrando el fracaso de un Estado que, ante el depreciable fenómeno, solo sabe lamentar y mantener en el tiempo sus fracasadas e inútiles “políticas públicas”. Un total de 56 de nuestras mujeres perdieron la vida a manos de desaprensivos machistas, que se abrogaron el derecho de eliminarlas por sinrazones propias de animales salvajes. Se trata de un miserable lastre que se erige invencible y que hace innecesarios discursos y peroratas vacías para comprender y admitir que el Estado, la sociedad y sus instituciones fácticas, otra vez fracasaron en sus intentos de poner freno a esos asesinatos, así como a las mil formas de violencia contra la mujer. Los asesinatos de mujeres cada vez son más y se trata de un problema social recurrente, abominable, irreversible, con el agravante de que lucimos desarmados frente este. La sociedad tiene que ponerse de pies y empujar hacia un cambio de visión que, además del Estado, enrole a las iglesias, al hogar, a los organismos comunitarios y las academias. ¡Que el 2025 se convierta en sagrado compromiso de provocar un cambio de paradigma en esta aborrecible y endemoniada miseria!