Buenos días. El mundo está convulsionado y en la antesala de una guerra atómica que amenaza con borrar del mapa a los humanos. Los intereses geopolíticos, el ansia insaciable por controlarlo todo, la irrevocable decisión de imponer, de suplantar, de dictar las reglas a otros y de dar primacía al empleo de las armas en vez de priorizar la diplomacia, mantienen en vilo al mundo. La agitación de los conflictos armados en el medio oriente, la subida de la temperatura política entre las grandes potencias y la preocupante ausencia de árbitros confiables, genera preocupación en los miles de millones de personas que poblamos la tierra, pero que unos cuantos deciden por todos. Ese es el contexto en el que el afable Papa Francisco pide al mundo rezar en octubre «contra la locura de la guerra». «Os exhorto a todos a rezar el Rosario todos los días, abandonándoos confiadamente en las manos de María». Pero resulta que en la complejidad del amenazante peligro, en las ambiciosas motivaciones de quienes lo agitan, ni en el creciente desinterés entre los actores que invocan la guerra, hay espacio para pretender bajar intensidad e imponer el raciocinio, únicamente con rezos y oraciones. La solución lamentablemente no está únicamente en rezar. Definitivamente por sí solo rezar no basta y en definitiva, se necesita mucho más para empujar hacia el imperio de la paz… La humanidad tiene que levantarse al unísono contra los verdugos que se afanan en hacerla desaparecer. Y eso es ahora!