Buenos días. El mundo disfruta las navidades entre alegría y desbordantes derroches. Festeja el nacimiento del niño Jesús, una celebración que, paradójicamente, transcurre de espalda al cuadro de muertes, hambre, falta de agua potable, medicina y abrigo, que padecen hoy cientos de miles de niños palestinos. La cruel realidad que padecen esas inocentes e indefensas victimas del genocidio israelí que, olímpica e irresponsablemente se permite y financia en la franja de Gaza, se agrava por la criminal decisión de Ios verdugos internos y externos, en cuanto a bloquear el paso de los camiones cargados de alimentos y medicinas e impedir que los palestinos puedan cosechar sus alimentos. La hambruna azota con fuerza despiadada a los más vulnerables: niños, ancianos, enfermos, heridos, madres y mujeres, mientras solo se escucha y prevalece el eco miserable de los bombardeos. El cuadro se hace más aterrador por la suspensión del movimiento de los empleados del Programa Mundial de Alimentos en Gaza, cuyos equipos de trabajo han sido víctimas de los ataques israelíes. Cerca de 20 mil niños han sido asesinados y la hambruna amenaza con competir con el salvajismo prevaleciente, que patrocina Israel y sus sustentadores económicos y militares. La humanidad debe sacudirse y una sola, fuerte, de pies y decida, reclamar por todos los confines que pare la cacería humana y se respete el derecho de los palestinos a vivir en paz. En el indiferente contexto de las celebraciones navideñas, ese sería el mejor regalo de Navidad que recibirían los niños palestinos.