Buenos días. En República Dominicana se convirtió en ley que mientras más vulgar se es, más estridente y explícito en el uso de un lenguaje desbordantemente soez, mayor impacto y audiencia se obtiene entre quienes consumen muchas producciones meditadas, que sin límites alguno azotan desde la radio y la televisión por cable. Impera una competencia por quien es más vulgar, más morboso y atrevido en la exposición de “temas basuras», que para nada cuidan los estilos, las normas de prudencia y el respeto a los valores y costumbres del pueblo dominicano. Y lo peor es que esa debacle inmoral e imprudente creció bajo el amparo de sus propias reglas, de espalda a regulaciones oficiales, resaltando con fuerza entre las distorsiones que prevalecen en el uso de los influyentes medios de comunicación masiva. En ese contexto es que el Ministerio de Cultura presentó ayer, como si de pronto lo sacara de una chistera, una disposición para establecer “pautas generales de comportamiento para los medios de comunicación durante la transmisión de espectáculos públicos, radiales o televisivos”. Entre otros propósitos que persigue el anuncio figuran que “las transmisiones deben fomentar las buenas costumbres cívicas y ciudadanas, el respeto a la moral social, la dignidad humana y los vínculos familiares”. También “evitar expresiones maliciosas, apología del crimen o la violencia, y cualquier contenido que denigre a cualquier persona, especialmente a los héroes nacionales, así como que las transmisiones deben contribuir a elevar el nivel cultural del pueblo, conservar las costumbres y tradiciones nacionales, y exaltar los valores de la nacionalidad dominicana”. Todo ha llegado de sorpresa, de manera abrupta, sin aviso previo, sin consultas, ni debates, y justo ahí radica el temor de que esto, tan necesario y esperado, no pase de ser un operativo más de esos que simplemente se espuman porque nacieron de un invento… Volveremos.