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La democracia como producto de privilegios elitistas

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El Capotolio de Estados Unidos.
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Henry Polanco

Democracia» como utopía de los sabios, filósofos, liberales, republicanos, movimientos de liberación nacional contrasta con ella misma, son muchos los inventos políticos y tergiversación que hacen en nombre de la «Democracia».

La democracia aún estando legitimada por legalidades de estado que la usan como apellidos de su constitución siendo en su esencia aparatos de sostenimiento del mundo capitalista, seguirá manifestando su condición utópica de igualdad, libertad, derechos, por todos los movimientos de lucha, que en ciertos casos, de tomar los poderes de estado extenderán el concepto con el signo de pueblo, o representación de clases, o privilegios de élites, Pero en ese contraste serán primero el filósofo Spinoza y luego los movimientos anarquistas que des-estatizarán, y regresarán a sus orígenes utópicos el concepto con los principios de «democracia absoluta» y «democracia directa», verdaderos principios del deseo colectivo de emancipación, algo muy parecido a lo que ocurrió con el comunismo en sus primeras etapas.

La democracia tenderá a utilizarse para dualizarse o hacerse elemento siempre presente en los ambos lados de una misma lucha de clases entre trabajo, marginación, migración forzada y capitales, transnacionales, cómo autores morales, o personas morales.

La democracia no es en absoluto un invento nuevo, ya que existió en la antigua Grecia. Y luego dejó de existir. Pero incluso durante su apogeo, a los atenienses no se les ocurrió «democratizar», por ejemplo, Persia.

Simplemente porque era obvio que para ellos, que si algo es bueno para atenienses, eso no significaba en absoluto que ese “algo” sea bueno para todos los que los rodeaban.

Es más, otro de los primeros politólogos, el conocido Aristóteles, explicó claramente qué formas de gobierno existen y qué les sucede con el tiempo, y a cual preferia el granfilósofo estagiristas.

Aristoteles quien es referente de muchos ídolos que defiende el liberalismo, Consideraba que la monarquía era la mejor forma de gobierno y que la democracia era una degeneración.

Es cierto, siempre que el monarca sea amable, sabio e ilustrado. Y si no, fácilmente se convierte en tirano. Y el mejor sistema posible se convierte automáticamente en el peor, que es lo que Aristóteles consideraba tiranía.

Una excelente forma de gobierno defendidas también es la aristocracia. Pero repito, mientras que los aristócratas son nobles y se preocupan desinteresadamente por el bien común. Y tan pronto como estas cualidades se agotan en ellos, se convierten en oligarcas ante nuestros ojos. Hay degeneración nuevamente.

¿Qué pasa con la democracia? Aristóteles la consideraba como tal precisamente la forma degenerativa en la que se convierte la forma correcta, de la política. Es decir, cuando en lugar de la clase media (en Atenas no eran especialistas en temas de igualdad y libertad, sino aquellos que podían comprar armas pesadas o ejércitos por su cuenta, tenían derecho, es lo que llamamos luego, nobles, o nobleza.

Sin embargo, más tarde la terminología cambió ligeramente: la forma de gobierno comenzó a llamarse democracia y la forma pervertida, oclocracia, gobierno de masas. Según Ludwig Mises, «No hay esperanzas para una civilización, cuando las masas están a favor de políticas nocivas».
«La multitud obedece más a la necesidad que a la razón, y a los castigos más que al honor». (Aristóteles).

Polibio, seguidor de Aristóteles, tomó este esquema y, examinando más de cerca la República Romana, declaró que era una estructura ideal y no degenerativa, ya que combinaba orgánicamente los elementos de la monarquía (cónsules), la aristocracia (el Senado) y la democracia (asamblea nacional).

¡Hermoso! Y todavía se apela a este esquema como ideal. Y, de hecho, los Padres Fundadores construyeron conscientemente a Estados Unidos sobre esta base, de democracia, sin participación, en ciertas formas cómo decian los déspota ilustrados, «Todos para él pueblo,» Pero sin el pueblo».

Pero por alguna razón pasan por alto lo obvio. La República Romana no sobrevivió, a pesar de toda su idealidad. Fue reemplazado por un imperio. ¿Y por qué? Sino porque para la mayoría, con el tiempo, el “pan y circo” libre se volvió mucho más importante que las virtudes republicanas.

La historia nos muestra que es imposible lograr una forma superior estable de sistema político de una vez por todas. La forma de gobierno es siempre un derivado del estado de la sociedad, de los estados de ánimo, demandas y cualidades predominantes en ella.

Por tanto, la cuestión de la democracia, la monarquía o incluso la aristocracia es una cuestión puramente local y en ningún caso global.

Además, la Segunda Guerra Mundial, en la que la Alemania totalitaria y sus aliados autoritarios fueron derrotados, dio lugar a la implantación de la democracia en todas partes, como una especie de panacea para la recurrencia de estas formas agresivas. Su difusión se superpuso al crecimiento económico (aunque no existe una correlación directa), y en la mente de la gente común (y en una democracia, donde muchos políticos no son diferentes de ellos) surgió la idea de que la democracia es el destino de la humanidad. Mientras tanto, antes de la Segunda Guerra Mundial en Europa, como máximo tres o cuatro países podían clasificarse como democracias puras.

Históricamente, en la mayoría de los países existe una nueva versión del gobierno popular. y democratico, y de un orden justo y de respeto amparado en la visión propia de cada Estado.

Y, dicho sea de paso, lleva consigo una contradicción fundamental. La democracia liberal es, en general, una tontería. Porque el principio básico de la comprensión liberal de la libertad es que todos deben estar protegidos de interferencias en su privacidad.

Mientras la democracia requiere la participación de todos en el proceso político. Pero una persona puede no querer involucrarse en ello y puede ver esta demanda de participación como una interferencia.

En resumen, llamar a alguien para que ayude a “democratizar” es absurdo en esencia. Y los realistas (como Trump) lo entienden. Y las iniciativas de los partidarios de la “religión de la democracia” están siendo cada vez más torpedeadas. Porque estamos de acuerdo con el brillante conde de Maistre, que solía decir: «Cada pueblo recibe el gobierno que se merece «.

El que quiere democracia debe hacerlo cómo actor propio, no tiene que llamar a que alguien les invente una democracia o les impongan sus intereses, geopolítico extranjeros, para lucirse cómo un Herodes Sartipas, o cómo saltipankis de la época en élites democracia sin pueblo.

 

 

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