Por Guillermo Muñoz
El panorama político que quedó tras las elecciones municipales del pasado domingo 18 deja lo suficientemente claro que, si la oposición no abandona su ego y se pone de acuerdo desde ahora para llevar un candidato en primera vuelta, volverán a ser derrotadas por el dinero.
De manera que deberán entender que aferrados a la arrogancia solo tienen el camino de volver a ser abatidos por un Estado que dejó lo suficientemente clara, su disposición de hacer lo que tenga que hacer para quedarse el poder más allá de agosto próximo.
Esa oposición, que dejó muestras de su debilidad y poca destreza para conquistar a la gente, tiene que entender que aquí no se gana a base de popularidad ni explotando el desencanto del pueblo, no. Definitivamente para ganarle al poder necesitarán mucho más que eso, además de dinero que le permita competir.
Lo que se ve hasta el momento es que el PLD continuará con un Abel Martínez que acaba de perder su principal trinchera de guerra, el mejor trofeo político para el peledeismo, Santiago de los Caballeros, mientras por los lados de la Fuerza del Pueblo no hay señales claras de lo que pudiera pasar con las aspiraciones del doctor Leonel Fernández.
Esas señales provocan desconfianza en la población, además de que se aproximan a repetir lo que pasó con una oposición luchando contra sí mismo en el interés de posicionarse y donde parecía que no le importaba quién ganara el Ayuntamiento Municipal. Lo primordial entonces era sacar más votos para ostentarlos de cara a mayo, y resulta que así no se gana.
De modo que, si no van unidos, si no tienen madurez y capacidad para colocar sus luchas parciales e interesadas a un lado, desde ya perdieron en mayo porque si no confían entre ellos, menos garraran la confianza del pueblo dominicano.
En sus canchas está la decisión de comprender que la unión debe darse desde ahora, ¡y no es tan complicado! Bastaría con asumir un método para definir y escoger a un candidato a presidente de un partido y otro a vice de otra fuerza política. Se enviaría una señal de confianza que generaría una sensación de unidad verdadera.
Lo otro sería darle paso a una dictadura peor que la que implantó Rafael L.Trujillo por más de 30 años, que es mucho decir, aunque es válido observar que ese vil dictador no ganó bajo el amparo del narco, ni tampoco endeudó al país.