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¡Dios nos libre!… Amaneciendo

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Buenos días. El Servicio Nacional de Salud compartió ayer las estadísticas acerca de los partos registrados en República Dominicana durante el recién finalizado año 2024. Los números no pueden ser más sorprendentes y a la vez preocupantes, en tanto ponen de manifiesto el ritmo ascendente de los nacimientos atribuidos a parturientas procedentes de Haití. Según se revela, en los hospitales públicos se produjeron en 2024 unos 91 mil 661 nacimientos vivos de los que 58 mil 511 corresponden a madres dominicanas, equivalente al 63 por ciento, y 32 mil 967 a madres haitianas para un 36 por ciento. El comportamiento estadístico correspondiente al año 2023 registra que el porcentaje de parturientas haitianas alcanzó el 35.8 por ciento, lo que confirma que, en comparación al 2024, el número de mujeres haitianas que son traídas a parir en los hospitales, sencillamente fue mayor el año pasado. De aumentar esa tendencia, los haitianos en pocos años igualarán a los dominicanos y eso implicaría que los tendremos ejerciendo de directores distritales, alcaldes, diputados, senadores y, quien sabe, hasta aspirando a la presidencia de la república. Y no solo se trata de números en aumento, sino que, detrás del preocupante fenómeno, hay situaciones insostenibles y, a la vez, riesgosas para la sobrevivencia de esta parte de la isla. Sin dudas, la más preocupante de esas situaciones tiene que ver con el hecho de que esos partos se registran en el llamado libro de extranjería y se otorga un acta de nacimiento que, hacia futuro, será motivo de serios cuestionamientos y reclamos de supuestos derechos. Es inadmisible que a esas parturientas no se les envié a los consulados de su pais a declarar esos niños y que, por el contrario, se les siga abriendo documentos para asentar nacimientos de extranjeros. Lo que vendrá más luego es que todos esos nacidos bajo el libro de extranjería, reclamen el beneficio de la residencia permanente y, de derecho, tengan y gocen de las mismas prerrogativas de que disfrutan los dominicanos. ¿Por qué se permiten estas peligrosas anomalías?

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