La droga, que se está convirtiendo cada vez más en un problema también en Alemania, parece bastante inofensiva, como caramelos de roca de color claro. Como su reputación es tan mala, a la sustancia se le conoce en Alemania como «blancos» o «piedras».
Cuando se vaporizan a 96 grados en una pipa, se oyen crujidos y de ahí le viene el nombre: «crack». Una mezcla de cocaína, bicarbonato y agua que hace efecto a los diez segundos como máximo, más rápido que cualquier otra droga. Promete un subidón de euforia, es extremadamente adictiva, y conduce directamente a la muerte si se consume en exceso.
«La primera prioridad es garantizar la supervivencia de las personas, porque se trata de una situación muy amenazadora. Si imaginamos que la sustancia se puede consumir en ciclos de media hora, entonces hay poco tiempo para la recuperación, prácticamente no hay tiempo para la ingesta de alimentos, la higiene o el cuidado de las heridas», explica a DW Michael Harbaum.
«El crack es, en definitiva, cocaína fumable. Te da un subidón y, si lo consumes durante días y días, suele provocar estados psicóticos», cuenta. Harbaum lleva 20 años trabajando en el centro de ayuda a drogadictos de la ciudad alemana de Düsseldorf.
En 2022, casi 2.000 personas murieron en toda Alemania como consecuencia del consumo de drogas, el nivel más alto de los últimos 20 años.
La heroína y las consecuencias a largo plazo del consumo de drogas siguen siendo las principales causas de muerte entre los consumidores, pero las intoxicaciones con cocaína y crack también han aumentado hasta superar las 400 muertes.
El profesor Daniel Deimel, investigador en adicciones que, junto con otros expertos, ha elaborado recomendaciones para hacer frente al consumo de crack, también expresó su preocupación a DW.
Ministra alemana busca cooperación en Sudamérica
Nancy Faeser acaba de regresar de Sudamérica. La ministra alemana del Interior estuvo en Brasil, Ecuador, Colombia y Perú, para promover, entre otras cosas, una mayor cooperación policial contra el narcotráfico internacional.
Cada vez más cocaína llega de Sudamérica a Europa a través de los puertos de Amberes, Rotterdam y Hamburgo. Daniel Deimel no se hace ilusiones. Hay un mercado mercado para la cocaína aquí en Alemania, afirma, y la producción continuará a gran escala debido a la gran demanda.
«Aquí vivimos en una sociedad de alto rendimiento. La cocaína es consumida ahora por mucha gente común y corriente, lo que ha llevado a una especie de normalización. Ya no es la droga de los ricos, los adinerados, y los artistas y profesionales de los medios de comunicación, que era un tópico en los años 80 y 90», dice.
También se consumen cada vez más opiáceos sintéticos
Hace unos días, Michael Harbaum y su equipo pudieron dar cobijo en Düsseldorf a once adictos en un nuevo alojamiento directamente en la estación central de ferrocarril, con personal de seguridad, asistencia social y habitaciones individuales. Según los expertos, se trata de un modelo que debería sentar precedente urgentemente, porque junto al crack, ya están en camino las próximas drogas altamente peligrosas: los opiáceos sintéticos como el fentanilo.
El analgésico para moribundos o enfermos de cáncer se mezcla con heroína. En Estados Unidos mueren cada año unas 10.000 personas por sobredosis de opioides. En un proyecto de prueba realizado durante seis meses en 17 salas alemanas de consumo de drogas, Deutsche Aids-Hilfe pudo comprobar que el 3,6 por ciento de las muestras de heroína suministradas contenían trazas de fentanilo.
Hay que replantearse la ayuda a las adicciones
El encargado del Gobierno alemán para asuntos relacionados con las adicciones y las drogas, Burkhard Blienert, reclama más servicios de bajo umbral y medidas que lleguen a la gente, aclara a DW: «Además de salas de consumo supervisado de drogas, éstas incluyen controles de drogas -pruebas rápidas en las salas de consumo-, servicios de sustitución de bajo umbral y el uso del medicamento de emergencia naloxona, que incluso puede y debe ser administrado por personal no médico».
Y advierte: «En vista de la evolución realmente peligrosa del crack y de los opiáceos sintéticos, ya no podemos permitirnos un debate sobre la conveniencia o no de las salas de consumo supervisado y los controles de drogas «.