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Se escucha el lúgubre sonar de las campanas

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Don Ramón de Luna, destacado periodista y locutor.
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Por Ramón de Luna

El sonido de esos bronces se escuchan repiquetear por América Latina, Europa y otros lares, provocando pesar en millones de seres que predicen un futuro mediático y fatal de lo que les espera con la presencia en la Casa Blanca del imperio de la figura funesta de mister Donald Trump.

No bien había tomado juramento, de su puño y letra salieron a borbotones decretos imperiales que amenazan la zarandeada paz mundial. Su desprecio por América Latina es evidente; por la Organización Mundial de la Salud por igual; llueven los pronunciamientos de intervenciones militares en lo que él considera su patio trasero y provoca el terror en millones de seres que creyeron haber conquistado el llamado “sueño americano”

México, Canadá, Panamá, Venezuela y Groenlandia están en sus maquiavélicos planes de conquista, ahora que sus partidarios le dieron carta blanca para hacer lo que le venga en ganas. Mientras tanto, se extraña el silencio de esos dos monstruos llamados Federación Rusa y China Popular, únicos a quienes no puede asustar ni enfilar hacia ellos sus cañones.

Para él, todos aquellos latinoamericanos que llegaron al imperio buscando una vida mejor, dejando atrás Patria, familiares y amigos, son delincuentes y causantes de la violencia que caracteriza a una población armada hasta los dientes y donde al niño recién nacido se le pone en las manos un arma de fuego, antes de ensenarlo a montar bicicleta, de ahí la violencia diaria que inunda con sangre el asfalto de sus calles y avenidas.

Desde que los escoceses invadieron y en gigantesco genocidio se adueñaron de sus tierras, de sus bosques, ríos y montañas, ese pais ha sido meta de migrantes que contribuyeron hacerlo grande.  Se pobló de trabajadores abnegados, de millones de cerebros brillantes y luego llegaron a gobernarlo quienes se consideraron soberanos y se convirtieron en Atilas, Césares y Otomanos y así marchan creyendo que el mundo les pertenece.

El pesimismo nos invade, pues el futuro del planeta Tierra se torna cada día que pasa más incierto. Ojalá estar equivocado.

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