Buenos días. Las reacciones de rechazo a la propuesta de fusionar los Ministerios de Educación (Minerd) y de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Mescyt), plantea al Gobierno el reto de ponderar su intención y, a la vez, contemplar la posibilidad de sacar el tema de la palestra pública. Las reacciones adversas son casi generalizadas, además de que están amparadas en planteamientos y razonamientos que ameritan ser tomados en consideración. Parecería que el proyecto de fusión en lo fundamental se inspira únicamente en el recorte de presupuesto, lo que a todas luces no constituye un remedio válido a los agudos problemas que afrontan la educación pre y universitaria del país. Para algunos entendidos fusionar el Minerd con el Mescyt traería mayores problemas que beneficios, además de considerarlo como una aventura que confunde la estyrategia con la táctica. La educación pública ha fallado muy a pesar del 4%, se torna hoy como un escenario asaltado por vicios y conductas abomínales y, lamentablemente, es un reducto deprimente donde los problemas de hogares disfuncionales no solo replican, sino que se agudizan. Y del otro lado está la educación superior con su voluminosa carga de debilidades prolongadas en el tiempo. Una universidad desconectada muchas veces de las necesidades puntuales del mercado actual, aferrada a modelos atrasados y de espalda a los avances científicos y tecnológicos que se imponen en la humanidad. El cuadro de realidades justifica una ponderación más objetiva de la propuesta gubernamental.
