¿Cuál es la magia de la luna de octubre?

Por Alejandro Espinal
Quedan pocos días para terminar este décimo mes del año, pero aún hay tiempo para preguntarse: ¿cuál es el meneo, el sabor o la magia que hace que muchos mortales veneren la luna de octubre y le dediquen canciones, considerándola la más hermosa?
La luna es el único satélite natural de la Tierra con un diámetro ecuatorial de 3474 km. Además, es el quinto satélite más grande del sistema solar.
¿Por qué la gente ama la luna de octubre?
En este mes, la luna parece más grande debido al perigeo, que es el punto en el que la luna está más cerca de la Tierra, lo que la hace lucir impresionante, según la Dra. Dale Mese Zavala, de la Universidad Autónoma de México. Sin embargo, aclara que esta percepción no está completamente respaldada por la ciencia.
Un ícono mexicano, Pedro Infante, inmortalizó esta luna en su famosa canción «Luna de Octubre», y decenas de compositores y cantantes han escrito y cantado en honor a este astro que ilumina la noche, después de que el sol se arrodilla ante ella para ocultarse.
Nuestro pionero de la bachata, José Manuel Calderón, también le canta a la luna, aunque no específicamente a la de octubre. Vicente Valdés honra a la luna con «Los aretes de la luna», una hermosa composición de José Dolores Quiñones.
Podríamos llenar este espacio con las múltiples canciones que hacen alusión a la luna.
+ Contradicciones en dos expresiones:
1. Donde hubo fuego, ceniza queda.
2. Lo que fue y no es, es como si no hubiera sido.
Mientras que la primera expresión enfatiza la persistencia del pasado (huellas de ceniza), la segunda argumenta que si algo ya no importa, parece no haber existido.
+ Cosas de los poetas:
«La luna se está peinando en los espejos del río». Pura metáfora.
+ Cuentecito:
Un comerciante dominicano, con su sueño de conocer París, Francia, le cuenta a su amigo: «Oye, compadre, quiero ir a París, pero no me atrevo porque no sé el francés». Su amigo, muy animado, le responde: «¡No, hombre! Eso no es nada. El francés es más fácil que pelar un guineo. Solo tienes que ponerle acento a la última palabra. Por ejemplo, dulce, tú dices ‘dulcé’, queso ‘quesé'».
El comerciante, motivado, dice: «Si es así, el domingo me voy con mi mujer. ¡Voy a matar el tigre en París!».
Ya en París y deslumbrado por las luces, decide entrar a un restaurante acompañado de su esposa. Llega y, muy seguro de sí mismo, llama al mozo: «¡Mosé! Tráeme un arrocé con pollé, ensaladé, fritos verdé, un dulcé y un viné».
El mozo, tratando de contener la risa, le lleva todo como él había solicitado y se va a limpiar la mesa del lado. En ese momento, el comerciante aprovecha para decirle a su esposa: «Amor, tú tienes que estar orgullosa de mí. ¡Ya sé francés! Todo lo que pedí el camarero me lo trabajo». Pero ni cuenta se dio de que el sirviente lo estaba escuchando. El mozo, dándole vuelta, le dice: «Mira, buen miérdé, tú te ta’ comiendo to’ esta vaina porque yo soy dominicano como tú, pendejo.