Buenos días. A nadie sorprende el nivel de crecimiento que el tráfico y consumo de drogas ha alcanzado en el país en las últimas décadas. Tampoco alarma la proliferación expansiva de puntos de drogas en cada palmo del territorio dominicano. En ese contexto, una competencia entre consumidores no alarma a nadie, solo que en el caso de lo que acaba de ocurrir en Moca, resulta inaudito que tuviera lugar en un recinto carcelario y que los protagonistas del deprimente espectáculo, fueran reclusos. El caso rompe todos los patrones del sentido común y nos coloca ante una demostración, vergonzosa y alarmante, del indestructible poder del que goza el negocio de las drogas en el país. No se supone que en una cárcel pública se comercialice drogas, menos que se celebren competencias de consumo entre reos, justo a quienes supuestamente el sistema debe regenerar para su útil reinserción en la sociedad. La gravedad del caso no solo deja al desnudo, otra vez, que el negocio de las drogas forma parte de las cárceles del país, sino que hay permisividad pagada y que quienes tienen que impedirlo, por atractivas conveniencias lo ignoran. Lo que uno ingenuamente creyó fue que, una vez conocido el caso que involucra a tres reclusos, mínimo se arrestaría a todo el personal penitenciario mientras se aclara la deprimente situación, pero lo que dijo el incumbente del órgano correspondiente, es que se está investigando. ¿Concluirá alguna vez dicha investigación? ¿Tendremos la oportunidad de conocer a ciencias ciertas todos los detalles del caso? ¿Se castigará a los funcionarios que encubren y se hacen de la vista gorda ante la penetración de drogas a la cárcel de Moca? Esperemos…