Buenos días. Enarbolando una supuesta defensa de la democracia, República Dominicana y otros países de nuestra América morena, se prestan a la componenda de asaltar Venezuela usando como pretexto un “fraude electoral”, que supuestamente perpetró Nicolás Maduro y que, a estas alturas de juego, no se presentan pruebas fehacientes. Los que alegan fraude se resistieron a llevar sus pruebas a las instancias que el orden constitucional venezolano y las leyes instauran, una denotación de que sus alegatos son solo argucias que bien pudieron traducirse en verdades, con el solo hecho de cotejar las actas que sus delegados levantaron y recibieron en cada recinto electoral. Pero no, prefirieron recurrir al montaje de sus propias actas con los números que les convienen y, naturalmente, construir e imponer un discurso mediático que tiene como telón de fondo un fraude inventado y cacareado, hasta prueba de lo contrario. Se trata de un recurso gastado del que se hace uso desde que Hugo Chávez ganó el poder democráticamente y que, para sustentarlo y mantenerlo en el tiempo, han recurrido a la fabricación de figuras políticas fracasadas y cuestionadas como Caprile, Juan Guaidó, Carolina Machado, entre otros , y el actual títere anciano al bate ahora. Quiéranlo o no, la oposición venezolana está desacreditada, definitivamente gastada y no tiene capacidad para conectar, sintonizar, generar empatía con la gente, lo que tiene explicación en los fracasos de sus diferentes y funestos gobiernos. De manera que el problema no es Maduro, es Venezuela en manos del chavismo. Es la resistencia del pueblo venezolano a permitir que sus enormes riquezas petroleras y mineras, ayer miserablemente entregadas y dilapidadas, vuelvan a ser centralizadas y manipuladas por esos intereses internos y externos que, nueva vez, recurren a la figura del fraude porque no le queda de otra. En ese mamotreto se montan borregos que no entienden que, nueva vez, estamos en presencia de lo que siempre ha ocurrido en nuestra América desde que llegaron sus primeros colonizadores y saqueadores. Además, de qué democracia se habla cuando en nombre de su supuesta defensa, se viola el principio elemental de la no intervención en los asuntos internos de otros países y se hace gala de un injerencismo atrevido, provocador y peligroso. Volveremos…
