Mojiganguiando el sábado

Por Alejandro Espinal
El desarrollo en el país, iniciado en el siglo pasado, ha traído consigo el urbanismo con grandes obras como modernas residencias, calles y carreteras. Asimismo, la llegada de la electricidad con su alumbrado ha ido sepultando todo tipo de vestigios de los seres míticos que, gracias a la ignorancia y la oscuridad, hacían de cualquier rama un «muerto penando» que ponía a correr a adolescentes y adultos.
Los seres míticos son creaciones ficticias que surgieron en tiempos pasados, formadas en la cultura popular entre los siglos XVII y XVIII. Uno de ellos es el Galipote, al que le dieron vida en San Juan de la Maguana, un lugar que, dicho sea de paso, siempre ha tenido fama de contar con los hechiceros más poderosos de la República Dominicana.
Al Galipote también le llamaban zángano o Lugaru.
«La creencia popular lo define como un personaje que puede convertirse en animal u objeto inanimado (piedra, tronco de árbol) y que tiene grandes poderes para hacer el mal». Decían que había pactado con el mismísimo Satanás para causar daños.
+ Algunas cositas rápidas:
– En Santiago había una mujer a la que le decían el Semáforo, porque después de las 11 de la noche, nadie la respetaba.
– Conozco gente tan agria que al probar un limón, ¡es el limón el que reacciona con una mueca de desagrado!»
– Hay un tipo que tenía una esposa tan viciosa con el juego de loterías que un día llega a su casa y le dice: «Amor, me saqué una muela», y ella pregunta: «¿Con cuál número, amor?».
+ Consejos de gratis:
– El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.
– Lo que hagas con tu mano derecha, que no lo sepa tu mano izquierda.
Cuentecito:
Desde los inicios del mundo, tanto los humanos como los animales mienten o simulan para lograr un objetivo.
Cuentan que, después de que Noe construyó su bíblica arca para salvar al pueblo de Dios del diluvio, tomó una decisión inteligente para el abordaje: que cada varón, ya fuera humano o animal, tenía que entregar su miembro viril como una forma de garantizar la tranquilidad y la armonía de la misión. El mismo Noe prometió que, tan pronto llegaran a tierra firme, les devolvería su miembro a cada varón.
Así lo hizo: fue sacando uno por uno y cada dueño reclamaba el suyo, pero cuando sacaron el del burro, inmediatamente la gata le codea al gato y le dice: «Di que es el tuyo».