Por Hilario Ramirez
El concepto CAMBIO implica después del consenso a su ejecución, aceptar los términos del debido proceso de su transformación, siempre siguiendo las normativas jurídica y Constitucional.
A partir de la puesta en práctica de dicho CAMBIO, toda figura política tras haber jurado cumplir el rol asignado dentro de sus funciones administrativa de los bienes del Estado, debe respetar también la otra acera desde donde es fiscalizado por los veedores que velan por la salud económica de los Fondos Públicos.
Durante el recorrido dado por ese proceso de transformación del Estado, puede observarse aparición de premisas encaminadas al fin único de aplicar el sentido común del discurso anti corrupción.
Pues suena contra natura y apegado al salvajismo y petulancia psicológica de quien ostenta el poder gubernamental, renunciar a su sapiencia de que existe en nuestra Constitución el mandato a que los administradores del Estado sean reverente al escrutinio de la Opinión pública cuando se está analizando las neuralgia de una institución cual con manejos cuestionados evoca imágenes de dolor en quienes deben recibir las políticas públicas para bienestar de ellos.
Si el funcionario público no está dispuesto a distinguir ese soberano reconocimiento sobre el escrutinio a ser evaluada su eficiencia administrativa, lamentablemente comulga con la arrogancia de lo dictatorial.
El pasado, el presente y el futuro son trillizo de la sensación de júbilo siempre que actuemos en la vida con Prudencia.
El pasado se proyecta hermosa su referencia, cuando en el Arte de la Prudencia se actuó con sensatez y siempre atado a respetar la dignidad humana como también unido al principio de que todos somos iguales ante la presencia de Dios.
El país de RD ha mostrado una tendencia anti valores, con cuya ausencia ha incrementado el servilismo del «dame lo mío» adyacentes a la desaparición de aspectos culturales que identificaban esos valores familiares y a cambio de ello germina como junco, el lambonismo que busca plasmar nombramiento en la nómina pública bajo razón laboral imaginaria que se circunscribe a intercambiar sus lisonjas por un cobro mensual sin aportar al desarrollo del país.
El poder es transitorio, más sin embargo la actividad periodística de fungir como celoso veedor sobre los bienes del Estado y respeto de igualdad ante los Derechos humanos, jamás pasaran.