Buenos días. En lo particular pienso que la corrupción es parte innegable del ADN de nuestras queridas democracias. Que, en esencia, es un denominador común de nuestros regímenes latinos de otras latitudes, aunque con connotaciones que pudieran variar de un lugar a otro. Y no solo hablamos de corrupción en el sector público, de un gobierno en particular, sino de que ese engendro también muta en otras importantes áreas, privadas e institucionales. Justo por eso consideramos como corrupción e impunidad el haber robado cuando se fue funcionario o ministro y hoy se está en la calle disfrutando riquezas mal habidas y exigiendo castigos para otros; evadir el pago de impuestos, cobrar impuestos al consumidor y no reportarlo al Estado; recibir millonarias sumas para abaratar costos y garantizar precios asequibles, faltar a eso, y no rendía cuenta a la Nación; recibir miles de millones de pesos en combustibles para generación eléctrica y construcción, procediendo a venderlo por detrás; constituirse en vulgares carteles para distribuirse el mercado, imponer precios y evitar la competencia interna; producir porquerías o importarlas y venderlas al pueblo como alimentos aptos para el consumo humano.
