Razonando
Por Alejandro Espinal
Uno se pregunta qué cambio se produce en el cerebro de un motociclista que afecta el ADN de la mayoría de los jóvenes cuando toman el timón de una motocicleta. ¿Cómo explicar la forma en que se desplazan por calles, carreteras y callejones a una velocidad espantosa, poniendo en peligro sus vidas y la de otros?
Los hospitales están abarrotados de motoristas accidentados y peatones heridos, y las cifras de personas muertas o con lesiones permanentes debido a la acción de levantar la goma delantera, conocida en el argot de los motoristas como «calibrar», son incalculables.
La falta de estadísticas precisas dificulta la comprensión completa de este problema, pero el impacto es innegable. Cada día, familias enteras enfrentan el duelo y el sufrimiento por decisiones imprudentes que, en un instante, transforman sus vidas para siempre.
También me pregunto, si nuestros legisladores son capaces de modificar la ley de tránsito terrestre para combatir el llamado «calibrar». Deberían darle máxima gravedad, clasificándolo como intento de homicidio en los casos en que la víctima sobrevive y homicidio con agravantes en los casos de muerte.
Esos incidentes no pueden tratarse como accidentes; deben ser penalizados como acciones que causan muertes provocadas. Sin embargo, nuestros legisladores son lentos para crear leyes que aborden nuevos delitos.
No me imagino a nadie afirmando que «calibrar» una motocicleta es un deporte; al contrario, es un acto criminal, perpetrado por personas que no valoran su vida y mucho menos la de los demás, sin importar su edad.
Ya es hora de poner un alto a todos los accidentes con heridos y muertos que causan la alta velocidad y el desprecio por las leyes de tránsito. En verdad, parece que estamos viviendo como chivos sin ley.
