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Falsas terapias, verdaderas tragedias… Creciendo Juntos

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Falsas terapias, verdaderas tragedias.
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«Creciendo Juntos» comparte su espacio de este sábado con el empresario, periodista y escritor Johan Rosario, quien nos aborda el  delicado tema «Falsas terapias, verdaderas tragedias».  Conservar una buena salud mental es la mejor aspiración de todo ser humano, sin embargo, en el caso dominicano, es donde el Ministerio de Salud Pública tiene su mayor descuido. Es penoso saber que en nuestro país existen muchas personas desequilibradas mental y emocionalmente, sin que haya a la vista señal alguna de que haya interés de enfrentar con éxito tan triste realidad.

Falsas terapias, verdaderas tragedias

Por Johan Rosario

En la República Dominicana estamos viviendo una crisis silenciosa pero de consecuencias devastadoras: cada vez más pacientes con trastornos mentales severos son atendidos por psicólogos que no tienen ni la competencia ni las herramientas para manejar su caso, en lugar de ser remitidos con urgencia a un psiquiatra calificado.

Estos pacientes requieren intervención médica especializada y, en muchos casos, tratamiento farmacológico para estabilizar la química cerebral y frenar procesos que, sin la medicación adecuada, pueden escalar a episodios violentos, autodestructivos o irreversibles. Sin embargo, lo que reciben de ciertos “profesionales” es escucha pasiva, validación acrítica y un falso discurso de empoderamiento, mientras la enfermedad avanza sin control.

Validar la locura para cobrar más

El patrón se repite:

Se escucha al paciente sin cuestionar.

Se refuerzan sus distorsiones de la realidad.

Se vende motivación hueca disfrazada de terapia.

Se cobran sesiones semana tras semana, sin un plan de mejora real.

Así, personas en plena crisis psicótica, depresiva o maniaca reciben el mensaje de que “todo está bien”, cuando en realidad su salud mental exige intervención psiquiátrica inmediata. El resultado: más daño, más confusión y más riesgo para el paciente, su familia y la sociedad.

Cuando la psicología se queda corta

No todos los problemas de salud mental pueden tratarse con terapia cognitivo-conductual, acompañamiento emocional o ejercicios introspectivos. Hay condiciones que exceden por completo el alcance de la psicología y requieren medicación controlada —prescrita por un psiquiatra y autorizada por la DNCD— para iniciar un verdadero proceso de recuperación.

La ética profesional demanda que, ante un caso así, el psicólogo derive de inmediato al paciente. No hacerlo es negligencia, y en algunos casos, complicidad con el deterioro de esa persona.

No todos son iguales

Debo reconocer que existen psicólogos responsables que conocen sus límites y, al ver que un paciente excede su capacidad de intervención, lo envían urgentemente a un psiquiatra. A ellos, mi respeto y admiración.

Pero a esa otra camada —cada vez más visible— de profesionales, en gran parte mujeres, que disfrazan de terapia un discurso ideológico de falso empoderamiento femenino y validación indiscriminada, les dirijo mi repudio más contundente. No es una cuestión de género: es de ética y responsabilidad. La salud mental no puede convertirse en un escenario para agendas personales mientras el paciente que busca ayuda se hunde más en su enfermedad.

Consecuencias que pagamos todos

Esta irresponsabilidad tiene un alto costo social:

Familias destrozadas.

Hijos marcados por el trauma.

Comunidades expuestas a personas que deberían estar en tratamiento y no lo están.

Casos que terminan en delitos, tragedias o pérdidas humanas que pudieron prevenirse.

Estamos llenando las calles de enfermos sin tratar, que podrían haber iniciado un proceso de sanación real si hubiesen recibido la atención correcta a tiempo.

¿Locura compartida?

A veces me pregunto si estas profesionales que alimentan la fantasía de que “todo está bien” en pacientes gravemente enfermos no estarán tan confundidas o desequilibradas como ellos. Porque para validar una psicosis, u otros tipos de dimensiones graves, hay que ignorar —o negar a propósito— la realidad clínica.

Sea por ambición económica, por desconocimiento o por ideología mal enfocada, el resultado es el mismo: vidas desperdiciadas, familias rotas y una sociedad más enferma.

Un llamado urgente

Es hora de que el Ministerio de Salud, el SNS, las asociaciones profesionales y los colegios de psicología pongan un alto a esta práctica. La salud mental es un asunto de vida o muerte. No podemos permitir que la ética profesional sea reemplazada por retórica barata, los falsos discursos de género «y mujeres al poder», movidos por intereses económicos, mediante narrativas huecas, ajenas al bienestar real del paciente.

La verdadera ayuda no consiste en aplaudir la locura, sino en guiarla hacia la recuperación. Y eso, en casos graves, sólo lo puede lograr un psiquiatra con un recetario a manos.

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