Razonando
Por Alejandro Espinal
El nuevo año escolar comenzó el lunes bajo la dirección del presidente de la República, Luis Abinader, quien, a pesar de la celebración pública, se enfrenta a una serie de dudas, quejas y presiones sobre la verdadera calidad de la educación en el país.
Todo parece indicar que las instituciones no tienen cultura para evaluar los resultados obtenidos al final de cada año escolar. Solo se preocupan por hacer alardes en la prensa de unos «logros» que nunca se ven.
El balance inicial indica que terminaremos este nuevo año escolar como los anteriores, con mucha espuma y poco chocolate.
Se cuentan por decenas los centros educativos que no han podido comenzar su misión de dar el pan de la enseñanza a nuestros niños y jóvenes, debido al deterioro de la planta física (algunos sin sanitarios), la falta de agua potable y otras situaciones no previstas.
Otros no tienen maestros ni materiales didácticos. Es como el cuento de nunca acabar.
Los más aventajados que han iniciado tienen un déficit de cupo que obliga a los padres a buscar cabida en colegios privados que han sido premiados con un bono de 500 dólares (que conste que la moneda nacional es el peso), para que inscriban a los que quedaron fuera del sistema público.
Lamentablemente, hay que hacer varias preguntas:
a. ¿Para qué ha servido el 4 por ciento?
b. ¿Es para hacer negocios o para lograr una educación de calidad?
c. ¿Cuántos maestros nuevos y antiguos han participado en cursos de actualización en el tiempo muerto?
d. ¿Dónde están los ingenieros y constructores de las escuelas que a estas alturas seguimos con un déficit de aulas?
e. ¿Dónde han estado los técnicos que reparan las escuelas?
Y si seguimos, llenaremos el abecedario de preguntas que normalmente no tienen respuestas.
Lo peor de todo esto es que seguimos siendo el hazmerreír del mundo y no es por falta de dinero.
