Buenos días. El Congreso Nacional es una de las expresiones más evidente de un sistema de partidos que, como el de República Dominicana, se resiste a aceptar la más mínima de las posibilidades de su propia renovación. Sin que tengan muchos resultados que mostrar, a menos que no se la aprobación de leyes que nadie fiscaliza, que la sociedad no conoce y que en gran medida no se cumplen, el Congreso Nacional es por encima de cualquier otra cosa, una carga onerosa para la sociedad y su variopinta economía. No solo por los enormes gastos que se traducen en odiosas cargas, sino porque es el reducto predilecto de políticos e intereses, acostumbrados a amamantarse de los boluminosos recursos que innecesariamente en el se invierten. Eso explica que nos gastemos a legisladores que agotan períodos de 35, 40 y hasta 50 años, dizque representando al pueblo, pero que al hacer el más sencillo de los balances de resultados, como evidencia solo queda su capacidad de levantar la mano para apoyar las posiciones que su partido previamente le indicó que tiene que apoyar. Entonces, ¿de qué representación poblacional se habla? ¿A quién o quiénes representan los legisladores que ciudadanos de las diferentes circunscripciones escogen cada cuatro años? El contexto facilita que podamos entender que, desde el propio partido de gobierno, se contradiga al presidente Abinader en su intención de reducir al menos 53 del tumulto de vagos que los ciudadanos tenemos que pagar. ¡Pero no hay de otra porque así es la democracia representativa!