Razonando
Por Alejandro Espinal
Desde las elecciones de 1966, resultado de la Revolución de 1965 que derrocó al Triunvirato instalado tras el golpe de Estado contra el presidente Juan Bosch, elegido democráticamente después de la dictadura de Trujillo, la República Dominicana ha experimentado una sucesión ininterrumpida de gobiernos hasta la fecha.
Sin embargo, muchos organismos internacionales, respaldados por las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos (OEA), así como por poderosos grupos económicos y gobiernos influyentes, parecen ser los que realmente ejercen el poder en la tierra de Juan Pablo Duarte.
En la actualidad, nuestro país enfrenta una de las situaciones más difíciles por las que puede atravesar una nación: el deterioro de la situación política, económica y social, exacerbado por la crisis de seguridad en la vecina República de Haití, con la cual compartimos la isla La Española.
Como es bien sabido, los poderosos grupos internacionales intentan ocultar el estancamiento y la crisis de esa empobrecida nación, promoviendo lo que se describe como una «invasión pacífica» a la parte oriental de la isla.
Más de dos millones de haitianos viven y trabajan en nuestro país sin la documentación adecuada, bajo el amparo de estas intervenciones internacionales. Nadie se atreve a molestarlos; quienes lo intenten saben que enfrentarán severas consecuencias.
Parece que las bandas que dominan Haití han hecho metástasis en la República Dominicana.
Esto se evidencia al observar los recientes acontecimientos violentos protagonizados por inmigrantes indocumentados. Recientemente, en el municipio de San José de la Mata, un veterano profesor y agricultor fue decapitado por un ciudadano haitiano.
Posteriormente, en la ciudad capital, un grupo de cuatro haitianos desarmó a un agente militar de migración, lo hirieron y agredieron junto a un compañero.
Sin embargo, lo que ocurrió en San Francisco de Macorís es aún más alarmante: diez hombres de la misma nacionalidad secuestraron a una niña de 11 años y, lamentablemente, cada uno de ellos procedió a violarla, dejándola gravemente afectada. Si bien es cierto que estos individuos han sido detenidos, también se sabe que otros casos son ocultados por las autoridades para no incomodar a esos burócratas que viven de lanzar lodo contra nuestra nación.
En algún momento, un presidente dominicano deberá alzar la voz y declarar con firmeza: «¡Basta ya!». Tendrá que tener el valor de mandar al carajo a quienes desean mancillar la patria de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón.
La situación actual exige un liderazgo decidido y firme que priorice la soberanía y la integridad de nuestra nación. No importa la sanción que nos impongan por defender nuestra autonomía. Ya es hora de que se les diga ‘basta’ a todos. Si desean imponer un embargo, que lo hagan; porque, como se dice, ‘cuando no había burros, las moscas sobrevivían’.
