Buenos días. El secretario general de la ONU yerra en su demanda de que, a unos pocos intocables que olímpicamente dañan el planeta, se les cobre nuevos y mayores gravámenes para ser distribuidos entre los países pobres con la finalidad de ayudarlos a que puedan impulsar la transición climática. Según António Guterres, esos intocables, que más bien son asesinos de la única casa que tenemos los humanos, son los dueños del transporte marítimo, la aviación, extracción petrolera y del gas. «Los contaminadores deben pagar”, dijo en su discurso ante la COP29 y advirtió acerca de las limitaciones para controlar el aumento de la temperatura. Guterres se fundamentó en estudios recientes acerca del cambio climático y, según sus proyecciones, la tendencia es que todo empeorará en las próximas décadas sino hay el financiamiento adecuado para contener el desastre que operaciones como las citadas, provocan. Aunque el enfoque acerca de los peligros provocados es real y preocupante, la medicina que recomienda el jefe de la ONU es desacertada en el entendido de que, los daños que esas transaccionales provocan a la tierra, no deben cubrirse aumentado sanciones, sino, conminándolos a parar la obra macabra que perpetran a cada segundo. Los que habitan el planeta son más que esos grandes consorcios comerciales, que además de los daños citados por Guterres, arrojan 52 millones de toneladas de productos plásticos a océanos, mares y ríos y, a consecuencias de sus prácticas asesinas, provocan el desplazamiento de más de 120 millones de personas que viven en países gravemente afectados por sus operaciones. Lo dramático del problema exige de acciones contundentes, no de paliativos permisivos que nos conducirán lamentablemente a quedarnos sin el planeta tierra.