Buenos días. Hace unos días nos referíamos a la desenfrenada vulgaridad que se ha apoderado de los medios tradicionales de comunicación de masas en República Dominicana, en lo fundamental de la televisión por cable y la radio. Observábamos que en esa materia impera una férrea competencia no por la calidad, sino por quién termina siendo más agresivo en el desafío a las normas elementales de prudencia y el respeto a los valores y costumbres del pueblo dominicano. Prometimos volver para, dentro de esa debacle moral e imprudente, referirnos a lo que ocurre con el periodismo y los periodistas en el país. Los medios que indicamos también están llenos de sujetos que no tienen formación académica de ningún grado, muchos menos en comunicación social y la especialidad de periodista, pero que tienen puertas francas en la radio y la televisión para montar producciones “periodísticas” y presentarse, venderse, ante la sociedad como tales. Esos señores se hacen llamar como periodistas y el único requisito que deben cumplir ante los dueños de esos medios, es pagar por el arrendamiento del espacio. ¡Nada más! La práctica ha traído consigno el descredito del periodismo y su baja calidad, pero eso importa poco a los dueños del pais porque, en definitiva, lo manejan como un negocio que deja beneficio a su favor. Por eso no hay regulaciones, por eso ser estridente, importantizar la basura como contenido, soltar la lengua sin control, denigrar para luego negociar, se constituyen hoy en regla de juego. ¡Y lo peor es no hay nada que hacer!
