Buenos días. No se trata de palabrerías huecas ni de poses jodonosas con intenciones de perjudicar, pero lo cierto es que la criminalidad se nos ha convertido en el pan nuestro de cada día. Las crónicas de violencia y sangre se nos hacen habituales, con el agravante de que, en los últimos meses, se le ha sumado la modalidad de las desapariciones. Preocupa que cada vez sea mayor el número de personas que desaparecen y que, en su gran mayoría, posteriormente aparecen asesinadas en diferentes circunstancias. Lo peor es que en medio del atemorizante panorama, la ciudadanía no se siente segura, tampoco está convencida de que, desde el Gobierno, se tenga un plan país para aplacar la situación y devolver la tranquilidad a la gente. De hecho, las consultas de opinión coinciden en colocar como principal nivel de preocupación popular el tema de la inseguridad, un odioso lastre que está ligado a diferentes conflictos sociales, aunque el predominante es la expansión avasallante del consumo de drogas en los cuatro costados de la república. En medio del inquietante panorama, la sociedad aspira a que, sin distracciones ni titubeos, la autoridad impida que la delincuencia y el crimen organizado, nos arrebaten las calles y el derecho a vivir y respirar en paz. ¡Y eso es ahora!
