Buenos días. El presidente de la Cámara de Diputados y alto dirigente del PRM, Alfredo Pacheco, admitió este jueves que a lo anterior de su partido no todas las aguas corren en la misma dirección respecto a la reforma constitucional. Refirió que faltan detalles que consensuar y que se avanzará en esa dirección, pero advirtió que, en cualquier circunstancia, los legisladores oficialistas tendrán que acogerse a la línea palaciega y partidaria, que no es otra que sumarse pura y simple al apoyo a la reforma. La advertencia de Pacheco retrotrae un aspecto interesante al contexto de la sugerencia hecha por el presidente Abinader, respecto a bajar el número de diputados, que tiene que ver con el cuestionamiento a la real independencia de los poderes del Estado. Pero a la vez refuerza la necesidad de bajar a la mínima expresión la cantidad de diputados y senadores de que dispone el país. Acerca del primer aspecto y aunque se trate de una vieja práctica a la que todos los partidos en el ejercicio del poder han recurrido, imponer desde el Palacio y el partido que todos sus legisladores tienen que acogerse a la línea que se les ordene, es sencillamente negar la independencia de poderes y hacer de los “representantes del pueblo” un grupo de adocenados y fanáticos políticos. El segundo elemento desarma a quienes objetan la reducción del número actual de legisladores, por la razón de que si los representantes del oficialismo, que son mayoría en ambas cámaras, pierden el derecho individual a decidir y deben proceder agrupados y sumisos a lo que dicten desde su partido y el Palacio, entonces qué sentido tiene pagar tantos legisladores si unos pocos, muy pocos, pueden hacer el sacrificio de levantar sus manos. Ambos detalles en lo particular forman parte de las rémoras que exhibe el modelo de democracia que nos gastamos por aquí.
