Buenos días. Los actores políticos criollos están en la obligación de evitar las acciones de violencia verbal entre sí, una práctica que a la vista del ciudadano,solo fomenta las descalificaciones y crisis. Los dominicanos estamos expuestos a un bombardeo persistente y generalizado de promoción de la violencia, con el indiscutible protagonismo de los medios masivos de comunicación convencionales y modernos. Esa realidad no debe ser saturada con enfrentamientos desmedidos entre partidos y líderes políticos, que se supone tienen otros compromisos con la democracia y deben ser referentes válidos ante la gente de a pies. Por demás, no se supone que sea el liderato político quien envié señales de insensatez e inmadurez en el manejo de sus diferencias y contradicciones partidarias, jamás. En la medida que los partidos del sistema se desgarran entre sí, bajo el impulso de campañas y propósitos que no son del interés de la gente, en igual proporción se profundiza la poca confianza y escaza credibilidad que innegablemente acusan esas estructuras partidarias. Lo que esos actores asumen como correcto debe hacerse en el contexto estricto de la prudencia, de la concertación sensata, del buen comedimiento, siempre sacrificando lo particular para favorecer lo general y sin avasallar a quienes se asume como contrario. El modelo político criollo de por sí acusa graves agrietamientos, una realidad que sus actores principales y más aventajados, persisten en ignorar.
