Buenos días. La dureza en el verbo y la acción apuntan a ser recursos recurrentes en la administración Trump. No solo el mandatario lo practica a cada paso, sino que algunos de sus más encumbrados funcionarios, así también lo demuestran. De ahí que para nada sorprenda que el zar fronterizo de Estados Unidos, Tom Homan, remitiera al Papa Francisco a que se concentre en su Iglesia Católica, arregle los problemas que esta tiene “y nos deje a nosotros la vigilancia de la frontera”. La reacción, una suerte de latigazo verbal, obedeció al solo hecho de que el jerarca católico expresó su preocupación por el trato que el Gobierno de Donald Trump ofrece a los migrantes. Francisco suele ser fuerte muchas veces en sus puntos de vistas, pero con frecuencia se muestra ingenuo en el tratamiento de males que dañan al planeta, a los humanos, a la familia, a la juventud. Francisco olvida casi siempre que lo que padecemos no es casual, que no es descuido o voluntad de Dios, sino el resultado de la avaricia de unos cuantos demonios humanos, dueños intocables del universo, que envenenan al planeta, convierten al joven en presa de las drogas, invaden los hogares con contenidos de violencia y cursilerías, a través de la televisión, encierran “entretenida” a la gente en la granja que representan las redes sociales y, a través del consumismo y la publicidad, manejan a las sociedades como autómatas. No obstante, Francisco solo pide a los jóvenes “dejar el celular y encontrar a la gente para no convertirse en profesionales del teclear compulsivo”. El problema es mucho más complejo que eso, se trata de intereses que lo controlan y manipulan todo y que, como en esta oportunidad, se manejan como dueño absoluto de todo lo demás. De manera que, aunque muy deprimente y desconsiderado , el boche al Papa Francisco, en ese contexo, es entendible.