Buenos días. Muchos dominicanos perciben que, contrario a lo que irresponsablemente se propaga al mundo, el haitiano tiene una conducta de odio y resentimiento en nuestra contra. Aunque bien simuladas, las connotaciones son varias y en su conjunto representan una seria amenaza. Pudiera tal vez considerarse que hay tratos muy mínimos a nivel de trabajo en los que el migrante haitiano es perjudicado, pero esa es la excepción porque la generalidad de la gente común de nuestro pais, convive pacífica y respetuosamente con sus vecinos. Y más que eso, comparte, facilita, aporta en favor del haitiano, sin importar que sea legal o ilegal. Estos están no solo en la construcción, en el turismo, la agricultura y la agroindustria, sino que también sirven en muchos de los hogares criollos. A pesar de las mentiras que se propagan y repiten acerca de supuestos maltratos y condiciones esclavizantes de trabajo, que nunca son acompañadas de pruebas fehacientes, la realidad es que no hay manera de comprobar el supuesto racismo que se practica en nuestro territorio. Eso es distinto a lo que se siente de parte de los vecinos y que se verifica en el odio ancestral hacia Juan Pablo Duarte, hacia nuestros símbolos patrios, hacia los dominicanos, posturas que se inculcan temprano en las escuelas haitianas. Ahí radica la preocupación de muchos de quienes habitamos esta parte de la isla. Pudiéramos en cualquier momento ser sorprendidos por eventos organizados y protagonizados precisamente por quienes acogemos, mantenemos, sustentamos, damos comida, trabajo, educación, medicina y, sanamente, permitimos en nuestras hogares. Por eso el temor de que, un buen dia, nos agarren asando batatas…