Buenos días. En Haití ya entró en acción la llamada “Fuerza de Eliminación de Pandillas”. Se encuentra en la fase de análisis del modo operativo con que funcionará y haciendo los ajustes logísticos y de inteligencia, como nuevo cuerpo que sustituirá a las tropas de Kenia. Junto a su instalación, se produjo el anuncio de donación por parte de Canadá de 20 vehículos blindados para transporte de tropas, cinco de los cuales en lo inmediato entraron en operación en la región de Artibonite. Haití fue escenario de cuatro mil homicidios en el primer semestre del presente año y organismos internacionales han lanzado la voz de alarma ante la expansión del hambre y la miseria que abaten a la mayor parte de su gente. La llegada de las nuevas tropas parecería esperanzadora, pero arrivar con la única misión de combatir a las bandas criminales que controlan gran parte del territorio, es sencillamente “agarrar la burra por el rabo”, es una “salida” sin futuro, una perdedera de tiempo que no logrará cambiar nada, mucho menos desactivar la peligrosa bomba que es Haití. Otra vez la ONU y comparsas pretenden apagar el enorme incendio que simboliza Haití y, lo que es peor, simulan que lo lograrán con una regadera como la que usaba la abuela para mojar sus flores. ¿Acaso basta con solo enfrentarse a las pandillas y a sus jefes criminales, que a propósito son sustentados por sectores que esa ONU y otras entelequias, conocen a la saciedad? Haití amerita respuestas estructurales de corto, mediano y largo plazo. Haití urge de soluciones reales, no de fantasías condenadas al fracaso, no de operativos coyunturales que ya han demostrado no resolver nada. Haití exige que, ante la sangre derramada por la violencia, su hambre, su miseria de siempre, su inestabilidad, se ponga cese definitvo a la indiferencia global. ¿Cuándo se caminará en esa dirección?
