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ADDICTUS: una película que nos invita a reflexionar

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 Por Pedro Cruz Pérez

Pedro Cruz Pérez

El viernes 21 de marzo de 2025, la Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), en el marco de la celebración de su XVII Festival de Cine Global, presentó en Santiago la película ADDICTUS, del productor español David Andrade, quien nos honró con su presencia. El evento contó con los valiosos comentarios de la doctora Aliany Concepción, médica dominicana radicada en España y especialista en psicopatología clínica. Aprovecho para felicitar al Dr. Leonel Fernández por esta loable iniciativa y que estuvo presente en el evento. Además, destacar también el trabajo de coordinación de Daniela Lizardo y el Dr. Rolando Báez, junto al entusiasta y veterano Omar de la Cruz, director del Festival de Cine Global Dominicano.

La temática de la película fue ampliamente valorada por los asistentes, entre quienes se encontraban destacadas figuras del ámbito médico y cabe resaltar la intervención del neurocirujano Dr. Buno Rosario, quien propuso exhibir la película a profesionales de la salud mental y conductual en Santiago y la región.

Ahora, hablemos de la película:

Addictus no es solo un relato sobre las adicciones, sino una profunda inmersión en los laberintos del sufrimiento humano, la incomprensión social y la desolación emocional. La película despliega un drama necesario y contundente que permite entender cómo las adicciones, tanto visibles como invisibles, afectan no solo a quienes las padecen, sino también a sus familias y a toda la sociedad. A través de sus personajes, Addictus nos muestra un fenómeno que no discrimina, que se manifiesta de múltiples formas y que consume silenciosamente a quienes lo sufren.

La adicción es un tema complejo, delicado y con frecuencia, estigmatizado en nuestras sociedades. Esta obra lo aborda sin adornos, mostrando la cruda realidad de cómo los vicios se instalan en la vida de personas aparentemente comunes, que enfrentan sus propios infiernos personales. Teresa, atrapada entre las tragamonedas y el alcohol, vive una existencia frustrante reflejada en su relación con su hijo maltratador. María, consumida por una adicción al sexo y las drogas, es rechazada y despreciada por sus amigas. Alfonso oculta su dependencia a los estimulantes sexuales, que lo lleva a vivir su bisexualidad en secreto, bajo la fachada de un hombre de familia. Por su parte, Altagracia, madre de una joven adicta a la marihuana, enfrenta con impotencia la angustia de ver a su hija atrapada en ese mundo.

El sufrimiento de estos personajes es tanto físico como emocional. Cada uno se encuentra atrapado en una espiral de desesperanza que los aleja de cualquier posibilidad de redención. La adicción se convierte en su mecanismo de defensa frente a una vida que, en muchos casos, los ha marginado. Teresa busca evasión en el juego y el alcohol; María, en su ciclo de sexo y drogas, anhela amor y aceptación; Alfonso vive en la constante tensión de mantener las apariencias; y Altagracia, desesperada, intenta rescatar a su hija del abismo. Estos personajes nos enseñan que el dolor no siempre es visible, pero se esconde en cada rincón de la existencia.

Uno de los aspectos más impactantes de Addictus es cómo la adicción destruye las relaciones personales y familiares. Teresa no solo enfrenta su propio vicio, sino también el abuso de su hijo, un joven obsesionado con su imagen corporal. La película muestra con crudeza cómo la adicción se convierte en un ciclo destructivo que arrastra a todos los que rodean al adicto.

María, por su parte, es marginada por su entorno cercano. En lugar de recibir comprensión, enfrenta rechazo y juicio. La relación con sus amigas, que pudo haber sido un refugio, se transforma en un espejo de la sociedad que estigmatiza, margina y condena. Esta falta de empatía profundiza aún más el drama, revelando que la lucha contra la adicción no es solo interna, sino también social.

Alfonso encarna el tormento de quienes deben esconder su adicción. Aunque su vida familiar aparenta normalidad, la culpa y el secreto lo aíslan profundamente. La película deja claro que, para muchos, la adicción no solo es una dependencia, sino una lucha constante por mantener una imagen. Su historia ilustra cómo la vergüenza impide buscar ayuda y refuerza el aislamiento.

Finalmente, Altagracia representa el dolor de los padres que ven a sus hijos caer en las drogas. Su desesperación por salvar a su hija, envuelta en el mundo de las bandas y la marihuana, es una de las escenas más conmovedoras del filme. Lucha contra un sistema que no da respuestas, contra un entorno indiferente, y contra la cruda realidad de que, a veces, el amor de una madre no basta para rescatar a un hijo.

Addictus también pone en evidencia la enorme brecha entre quienes padecen adicciones y el estigma social como barrera que impide a muchos buscar ayuda, por temor a ser juzgados o excluidos. La película invita a la reflexión sobre la necesidad urgente de un enfoque más empático, comprensivo y humano frente a esta problemática.

La figura de la doctora que aparece en la película, símbolo de esperanza en medio del caos, representa el papel crucial de la intervención profesional. Sin embargo, también se señala que solo una minoría de personas adictas accede a ayuda, lo que resalta la importancia de crear espacios seguros, libres de prejuicios, donde las personas puedan enfrentar sus adicciones sin miedo.

Addictus no es simplemente una película sobre adicciones; es una llamada a la empatía, a la comprensión profunda de las múltiples dimensiones del sufrimiento humano. Sus personajes, con historias desgarradoras, nos recuerdan que las adicciones no son debilidades de carácter, sino enfermedades que destruyen lentamente la vida personal, familiar y social. Esta obra cinematográfica nos insta a dejar atrás los juicios fáciles y a entender que la lucha contra la adicción es una responsabilidad colectiva. Como sociedad, debemos ofrecer apoyo, comprensión y esperanza a quienes más lo necesitan.