Buenos días. Parecería que, irremediablemente, otro de los casos que perdió la humanidad como Lindbergh a su hijo, es el tráfico y consumo de drogas. El flagelo se consolida en las sociedades bajo el amparo de la economía capitalista, realidad que confirman informes de varias agencias que dan seguimiento al tema. En todas sus formas y modalidades, las drogas abundan por toda parte y hasta hoy, las luchas contra estas lucen más como un mamotreto que solo sirve para retóricas recurrentes y estrategias de relaciones públicas. En lo particular, la situación de República Dominicana ya no sorprende porque los puntos de drogas y los mecanismos de que se vale el negocio para llegar a la gente, para crecer y fortalecerse, son tan populares y públicos como los que utiliza cualquier actividad comercial lícita en el país. Y lo peor es que el consumo gana acelerado crecimiento en una población que apenas oscila entre los 8 y 16 años de edad, según lo denunciara el director de Hogares Crea, Julio Manuel Díaz Capellán. Lo que se evidencia es que, a partir de la proliferación de los puntos de drogas y la relativa normalidad con que estos operan, el execrable negocio tiene el favor de sectores de poder de aquí y de allá. Pudiera parecer improbable para algunos, pero lo que queda a la vista es que, en el campo económico, el narcotráfico reporta inconmensurables beneficios que tambien son medibles en lo ideológico y político. De ahí la duda de que la humanidad pueda librarse facilmente de esa trampa.