El reciente enfrentamiento entre el presidente Luis Abinader y el doctor Leonel Fernández ha acaparado la atención pública, eclipsando incluso los temas centrales del discurso de toma de posesión del presidente. Este cruce de palabras, que comenzó con las críticas de Fernández al desempeño gubernamental, ha llevado a algunos a preguntarse si Abinader, al responderle con tanta insistencia, no estará inadvertidamente posicionando a Fernández como su principal rival o, en el peor de los casos, perfilándolo como su sucesor.
Fernández, conocido por su capacidad oratoria y su habilidad para desmontar discursos adversarios, no tardó en arremeter contra Abinader tras su discurso. En una rueda de prensa, el expresidente señaló que las promesas de Abinader carecían de sustancia y que su gestión había fallado en resolver problemas fundamentales como la inseguridad y la pobreza. Fernández también acusó al gobierno actual de implementar políticas que, en lugar de beneficiar al pueblo dominicano, favorecen a sectores privilegiados.
Estas críticas no solo buscaban minar la confianza en la administración de Abinader, sino también posicionar a Fernández como el líder de una oposición dispuesta a retomar el poder y corregir el rumbo del país.
Lejos de ignorar las declaraciones de Fernández, Abinader respondió con vehemencia. En un acto público, el presidente defendió su gestión, afirmando que había logrado avances significativos en áreas como la educación, la salud y la infraestructura. Además, acusó a Fernández de ser parte de la «vieja política», insinuando que el país no puede avanzar con líderes que representan el pasado.
Abinader también cuestionó la moralidad de las críticas de Fernández, sugiriendo que las administraciones anteriores, lideradas por él, habían sido marcadas por la corrupción y la falta de transparencia. Este contraataque tenía como objetivo no solo desacreditar a Fernández, sino también reafirmar la confianza en su propio liderazgo.
Lo curioso de este intercambio es cómo la figura de Fernández, en lugar de ser relegada a un segundo plano, ha ganado prominencia en el debate político actual. Mientras los medios de comunicación y la opinión pública discuten este enfrentamiento, el discurso de toma de posesión de Abinader ha pasado a un segundo plano. Esto ha llevado a muchos a preguntarse si Abinader, al dar tanta importancia a las críticas de Fernández, no estará inadvertidamente elevando su figura ante los ojos del electorado.
La dinámica entre Abinader y Fernández plantea una pregunta inquietante: ¿Podría estar Abinader, consciente o inconscientemente, perfilando a Fernández como su sucesor? Al responder directamente a las críticas del líder opositor, el presidente no solo le otorga una plataforma de mayor visibilidad, sino que también valida su posición como el principal contrincante en la arena política.
En la política, la relevancia no se mide solo por el cargo que se ocupa, sino por la capacidad de influir en el debate público. Fernández, con su astuta estrategia de crítica y confrontación, ha logrado colocarse en el centro de la discusión, dejando a Abinader en una posición delicada donde, al intentar defender su gestión, podría estar fortaleciendo a su oponente.
El enfrentamiento entre Luis Abinader y Leonel Fernández trasciende el simple intercambio de críticas. La respuesta directa y reiterada de Abinader a las acusaciones de Fernández podría estar elevando la figura del líder opositor, haciéndolo visible y atractivo a los medios de comunicación nombrándolo, de hecho, su interlocutor válido al esponderle en primera persona. Mientras el presidente intenta defender su legado, la pregunta que queda en el aire es si, en este proceso, está inadvertidamente allanando el camino para que Fernández se posicione como la alternativa más sólida en el horizonte político dominicano. La respuesta a esta pregunta podría definir el futuro político del país en los próximos años.
