Buenos días. Parecería que República Dominicana está condenada a vivir entre tres lastres miserables e irreversibles: Los asesinatos de mujeres, los accidentes de tránsito y los privilegios que encarna el Barrilito para los señores legisladores. Respecto al primer escenario, no es necesario dar vueltas para admitir que el Estado, la sociedad y sus instituciones fáticas, fracasaron en sus intentos de poner freno a los asesinatos y las mil formas de violencia contra la mujer. Los accidentes de tránsito se nos impusieron como una epidemia maldita que, con sus aborrecibles estadísticas, no solo dejan al desnudo la incapacidad estatal para lograr correctivos, sino que nos dejan como vergonzoso legado ser los primeros en el mundo en muertes. Y los privilegios de los señores senadores, que insisten en mantener a sangre y fuego un Barrilito que despoja a los de a pies de 300 millones de pesos por año, mientras ellos lo aprovechan para la dulce vida. No hay manera de que ninguno de los lastres citados pueda ser superados, menos en una sociedad donde sus guías y gestores están en otras cosas y tienen otras prioridades.
