Buenos días. Las probabilidades de que en el país prospere una reducción del número de diputados y senadores es pura quimera. El Congreso Nacional es uno de los negocios más jugosos y preciado del sistema de partidos políticos, lo que hace poco probable que estos propicien por sí mismos renunciar a una cuota, aunque fuere mínima, de los cuantiosos y ruidosos beneficios que de ahí obtienen. Esa instancia del Estado dominicano no solo es refugio para que las estructuras partidarias coloquen a correligionarios con quienes contraen compromisos, sino que es fuente de donde extraen millonarios beneficios que laceran las finanzas del pais y quitan, a la vez, la posibilidad de que sectores carenciados puedan ser favorablemente impactados. La conciencia social tiene claro que el abultado número de legisladores es un lastre azaroso que el contribuyente debe pagar, sin ni siquiera poder identificar lo que recibe a cambio. No hay posibilidad de que renuncien a los jugosos barrilito, cofrecito, prebendas y privilegios que los señores legisladores ostentan y que chocan con carencias y necesidades casi milenarias del pueblo dominicano. Tampoco van a poner en riesgo los montones de millones que se llevan por el «financiamiento a la democracia» y que, en los últimos 26 años, alcanza la irritante friolera de 25 mil 300 millones de pesos. A veces es mejor no soñar…
