Buenos días. Es cuestión de poco tiempo para que en República Dominicana salga a flote, con brío y absoluta libertad, el apoderamiento del Congreso Nacional de un anteproyecto que busque la aprobación del matrimonio entre personas de un mismo sexo. En esos menesteres trabajan a tiempo completo, en discreción y desde hace tiempo, entidades y personas a través de quienes organismos internacionales mueven su agenda en los propósitos expuestos. Debido al arraigo religioso del pueblo dominicano y al apego a sus tradiciones y creencias, los esfuerzos hasta ahora se han concentrado en tareas básicas de persuasión focalizada, que abarcan el asalto discreto de escenarios de gran influencia e impacto en la familia y la sociedad. De ahí que no sean fortuitos los conocidos intentos por camuflar entre legislaciones y textos escolares, tampoco la impartición de charlas entre adolescentes y niños, la legitimización de la cultura gay en suelo dominicano. ¿Hasta cuándo esos intentos seguirán en el closet? No parece que será por mucho tiempo porque la agenda es promovida, sustentada y financiada por organismos internacionales como Naciones Unidas, Banco Mundial, USAID y otras. La misión es clara, bajo el pretexto de una supuesta lucha anti discriminación y en contra de la exclusión, se busca utilizar las aulas para inculcar a niños que supuestamente “no son como han nacido, con sexos diferentes, con biología, órganos, hormonas y psiquis distintos y que, por lo tanto, si ellos quieren, pueden decidir ser hombre o mujer, ambas cosas a la vez o también indefinidos”. La complejidad del tema nos obliga a volver…