Buenos días. En República Dominicana crecen como verdolaga los puntos de ventas de drogas y vapes, dos lacras de la sociedad moderna que solo sirven para sumir a nuestra juventud en un mundo irreal, que al final termina convirtiéndola en basuras sociales, en desechos humanos. De los puntos de drogas no hay mucho nuevo que decir, la ciudadanía sabe la facilidad con que funcionan, dónde se ubican y cómo se han convertido en una práctica tan usual y común, que al parecer a nadie importa, a nadie molesta. Las drogas son parte del diario vivir y tienen mercado asegurado lamentablemente entre la población más joven. Los puntos de drogas parecen vacas sagradas y en contra ellos solo se ven “aguajes”, acciones que no pasan de ser allantes para complacer peticiones, para simular, y por eso la gente del barrio las asocia a prácticas cargadas de complicidad por beneficios que llegan a muchos. Respecto al negocio de los vapes sencillamente transita por un crecimiento sorprendente, al grado de que impunemente destacan en las rutas y entornos de los centros educativos públicos y privados. La presencia y uso del vape se ha vuelto una moda en la mayoría de los ambientes sociales, en hogares, vehículos, compartir, en todo lo que se asocie a pasatiempo en el país. Y lo peor es que el 99 por ciento de quienes usan esas porquerías, no tiene la menor idea de los daños severos y de las fatales consecuencias para la salud. Pero ambas desgracias son conscientemente inducidas y promovidas por quienes se benefician económica e ideológicamente. ¡Por eso no suenan las alarmas!