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El Tío Sam y su Plan Geopolítico: ¿Fusión de RD con Haití?

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El presidente Abinader se dirigue a la Asamblea Nacional en su disscurso de juramentación.
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Desde agosto de 2020, con la llegada al poder de Luis Abinader, la República Dominicana ha experimentado cambios significativos que, si se analizan detenidamente, parecen alinearse con los intereses geopolíticos de Estados Unidos en la región. Detrás de los elogios y el aparente apoyo de la Casa Blanca, se esconde una realidad que muchos dominicanos empiezan a percibir: la subordinación de la agenda nacional a los dictámenes del Tío Sam. Los dos sectores más vulnerados por esta política son, sin duda, el sistema educativo y el de salud. Estas áreas, vitales para el desarrollo de cualquier país, parecen estar siguiendo un plan diseñado para acercar a la República Dominicana y Haití, lo que ha generado inquietudes sobre una posible fusión de facto entre ambas naciones.

La Educación: ¿Un plan que diluye la identidad nacional?

Uno de los sectores más afectados por esta injerencia es la educación. Desde que el actual gobierno asumió el poder, se han implementado una serie de reformas en el sistema educativo que, lejos de fortalecer la identidad y los valores dominicanos, parecen estar diseñadas para crear un ambiente de integración con Haití. No es casualidad que se haya permitido la entrada de estudiantes haitianos al sistema educativo dominicano sin las regulaciones adecuadas para proteger la soberanía cultural del país.

Los programas de educación bilingüe, que promueven el aprendizaje del creole junto al español, pueden ser interpretados como un intento de facilitar la integración de ambas naciones. Aunque la cooperación entre los pueblos puede ser vista como algo positivo, en este caso parece que se está descuidando la protección de la identidad dominicana a favor de una agenda que promueve la armonización cultural entre dos naciones con historias, lenguas y valores distintos.

Más preocupante aún es la creciente presión para eliminar de los currículos escolares cualquier referencia crítica a la ocupación haitiana de 1822-1844. En su lugar, se ha comenzado a promover una narrativa revisionista que intenta suavizar la historia de confrontación entre ambos países. Este esfuerzo no es un simple cambio pedagógico, sino un intento deliberado de allanar el terreno para la aceptación de una mayor convivencia entre los dos pueblos, bajo el pretexto de la reconciliación histórica.

Salud: Un sistema colapsado para justificar la integración

El sector salud es otro ámbito donde se ha evidenciado una política que parece destinada a integrar de manera forzosa a la población haitiana en los servicios públicos dominicanos. Los hospitales en la zona fronteriza, especialmente en provincias como Dajabón y Elías Piña, han sido desbordados por la cantidad de ciudadanos haitianos que buscan atención médica en el lado dominicano. El gobierno ha permitido que esta situación continúe sin restricciones significativas, lo que ha generado tensiones sociales y ha puesto en jaque la capacidad del sistema de salud dominicano para atender a su propia población.

Uno de los fenómenos más alarmantes es la cantidad desbordante de parturientas haitianas que acuden a los hospitales dominicanos. Según estadísticas oficiales, más del 30% de los partos que ocurren en los hospitales públicos de República Dominicana son de madres haitianas. En algunas zonas fronterizas, este porcentaje llega hasta el 70%, generando una crisis sanitaria y financiera para el sistema de salud local. El Estado dominicano ha denunciado repetidamente que esta situación es insostenible, pero no ha tomado medidas efectivas para frenarla.

Lo más grave es que, en muchos casos, estos niños nacidos de madres haitianas son declarados como dominicanos, a pesar de las leyes vigentes que no otorgan la nacionalidad automática a los hijos de extranjeros en situación irregular. La presión de organismos internacionales y las políticas permisivas del gobierno, están generando una nueva generación de niños que, aunque nacidos de madres haitianas, son registrados como dominicanos. Esto es visto por muchos como un intento más de diluir la identidad nacional y promover una mayor integración con Haití, bajo el auspicio de Estados Unidos y sus aliados internacionales.

Estados Unidos: Un aliado interesado

El gobierno de Estados Unidos ha elogiado consistentemente a Luis Abinader y su administración por su manejo de la “crisis” haitiana, destacando su “solidaridad” con los inmigrantes y su política de puertas abiertas en sectores como la salud y la educación. Sin embargo, detrás de estos elogios se oculta una realidad ineludible: cuando Washington alaba a un gobierno extranjero, rara vez lo hace por su genuino interés en mejorar la calidad de vida de su población. En lugar de eso, estos elogios reflejan el grado de alineación de dicho gobierno con los intereses geopolíticos de Estados Unidos.

Desde una perspectiva estadounidense, la integración de República Dominicana y Haití sería un movimiento estratégico para estabilizar la región. Para Washington, un solo gobierno o una administración conjunta sería más manejable y rentable que tratar con dos naciones que históricamente han tenido tensiones. A través de la presión diplomática y la imposición de políticas de “cooperación”, Estados Unidos está empujando a la República Dominicana hacia una simbiosis con Haití, sin importar las consecuencias para la soberanía dominicana.

El gobierno de Abinader ha seguido esta línea con una docilidad que resulta alarmante. Las políticas migratorias permisivas y la falta de un plan claro para proteger los recursos nacionales ante la avalancha de inmigrantes haitianos son claros indicios de que el Tío Sam ha colocado al gobierno dominicano en su tablero geopolítico como un simple peón, listo para sacrificarlo cuando sea necesario.

El colapso de la soberanía: ¿El precio de complacer a Estados Unidos?

Las señales son claras. El sistema educativo ha comenzado a renunciar a los valores y la historia que definen a la nación dominicana, mientras que el sistema de salud ha sido incapaz de manejar la presión que ejerce la inmigración haitiana, sin recibir soluciones reales del gobierno. La crisis de las parturientas haitianas, que inundan los hospitales y generan un aumento descontrolado en los nacimientos de niños que terminan siendo declarados como dominicanos, es solo una muestra más del plan encubierto que se está gestando en la isla.

En ambos casos, las políticas implementadas no parecen estar destinadas a beneficiar a la población dominicana, sino a preparar el terreno para una mayor integración entre ambos países, bajo la supervisión de Estados Unidos. La nación se enfrenta a la posibilidad de perder su identidad y soberanía, y los sectores más vitales, como la educación y la salud, son los primeros en ser sacrificados en este ajedrez geopolítico. Mientras el Tío Sam mueve las piezas, el pueblo dominicano debe preguntarse: ¿Estamos siendo utilizados para un plan mayor del que no formamos parte?

Cuando EEUU elogia, no lo hace por el bienestar del país en cuestión, sino porque ha encontrado a un gobernante dispuesto a seguir sus dictámenes. Y en este juego, la República Dominicana parece estar pagando el precio de ser solo otra pieza movida por intereses externos.

 

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