Buenos días. Los dos procesos electorales celebrados en República Dominicana en este 2024, confirmaron el agudo desinterés que millones de criollos vienen manifestando ante los políticos, sus partidos, sus promesas y las ejecutorias desde las diferentes esferas de poder. En febrero apenas un 22 por ciento de los habilitados para sufragar se movilizó hasta los centros de votaciones y recién mayo, de 8 millones 8,146, cerca de la mitad optó por mantenerse indiferente. Es innegable que en la población persiste una apatía que se fundamenta en un marcado estado de ánimo, en motivaciones y razones que deben preocupar, pero que ni siquiera los propios partidos se han interesado en descubrir, analizar las razones y posibles consecuencias. Se trata de una innegable realidad que no requiere de grandes esfuerzos para su abordaje crítico. Solo que admitir y partir de que el sistema de partidos políticos en República Dominicana es obsoleto, está en crisis y que, como resultado del preocupante panorama, la democracia también lo está. Hablamos de una democracia que cada vez se presenta con menos respuestas para encarar con eficacia los viejos vicios y problemas estructurales, que golpean a una mayoría que se quedó sin razón para creerle. Los privilegios afrentosos de que disfrutan partidos, legisladores, funcionarios, políticos, dejaron de despertar confianza, conectividad, credibilidad, todo empeorado por las prácticas lamentables de los últimos tiempos: compra de conciencia, transfuguismo al más alto nivel, divisiones y un acentuado divorcio entre los que dicen ser y representar, respecto a las masas que siguen sufriendo los rigores de la desigualdad…
