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Abinader y su satisfacciómetro

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Oscar López Reyes
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Oscar López Reyes

Las solicitudes de cargos de primer y segundo niveles con vistas al 16 de agosto próximo quintuplican la disponibilidad del Estado, por lo que para el presidente Luis Rodolfo Abinader Corona satisfacer esa cantidad y nombrar a cada quién según su sueño, sería como remover la capa superior de la tierra. Para ejecutar en el nuevo cambio, habrá que inventarse un satisfacciómetro gubernamental.

Estos son días de ansiedades y tensiones de servidores públicos -desde la cúpula hasta el tronco-, que se acelera conforme gira la válvula del tiempo, y que redondea comprensivo, porque están en juego La Dulcinea y la miga de pan que alimenta para la vida. En ese otear aguijoneado por la presión, Abinader Corona sabrá tirar el carruaje, desde un caballo de memoria encendida -que reconoce los sonidos a larga distancia-, y tocar proporcionadamente las cuerdas para cotejar a unos y otros en ese jardín con frontera llamado administración pública.

En el cuadrante cabecean soñolientos -sin descifrar aquel escenario en que despertarían con pesadillas- tres componentes. A saber:

1.- Los que en las campañas electorales de 2020 (no han conseguido ninguna ubicación) y en el 2024 trabajaron incansablemente, y anhelan decretos, sin importar sus numeraciones.

2.- Los que están nombrados y quieren que los dejen en el mismo sitio. Son numerosos los que aspiran a alcanzar las hazañas de cinco respetables dominicanos que han servido, consecutivamente, a los presidentes Leonel Fernández, Danilo Medina y Luis Abinader. Ellos son Héctor Valdez Albizu, desde la gobernación del Banco Central; Gloria Ceballos, en la dirección de Meteorología; Roberto Cassá, en el Archivo General de la Nación; Ellis Pérez, en la presidencia de Radio Televisión Dominicana y Juan Manuel Méndez, en las direcciones del Centro de Operaciones de Emergencia (COE) y Emergencias Médicas del Servicio Nacional de Salud (SNS).

3.- Los que están guisando e inhalan aires rozagantes, inspirados en el antojo de ser ascendidos a sillones más espaciosos.

Ha sido norma del presidente Abinader Corona estudiar el perfil del requiriente a cargos estatales -además del currículum suponemos que pide su ficha en la Dirección Nacional de Investigación (DNI) y a partir de esa evaluación procede a consultar al seleccionado, antes de emitir el decreto. En otros interines manda a llamar a los pretendientes por intermedio de comisionados especiales. Quién no ha sido llamado, tendrá que medirse la temperatura con un termostato, ya sea manual, electrónico o inteligente, para entender qué momento deberá comenzar a dar vueltas y a cuáles dioses pedir auxilio.

El presidente Joaquín Balaguer, durante sus gobiernos 1966-1978 y 1986-1996, rotaba a funcionarios y designaba a ciudadanos sin consultarles. Unos aceptaban complacidos y otros a regañadientes. Algunos los rechazaron.

Antes del arribo del 16 de agosto, pretendientes gubernamentales habrán de usar aparatos de medición de temperatura y control emocional, y el presidente de la República tendrá que apelar a una metodología o métrica, con una escala porcentual, asistido por técnicos, para calcular la escala de satisfacción, o el aspiracional de correligionarios.

En marketing medimos, con fichas técnicas y cuestionarios, la satisfacción de los usuarios o clientes en torno a la calidad de los servicios y la confianza, y para los cargos oficiales se ha hecho habitual evaluar el aporte a la campaña comicial. Ahora se impone matizar en la preparación, la capacidad del sacrificio para el ahorro, la integridad, la prestancia social y la propuesta de trabajo con indicadores realistas.

A todos tendremos que aplicarles algún tipo de satisfacciómetro gubernamental. Entre las variables a tomar en cuenta resaltan los funcionarios que han mostrado idoneidad -comprobada por los indicadores de desempeño del Ministerio de Administración Pública (MAP) y transparencia; los compañeros del partido y los amigos tradicionales del jefe de Estado, que lo defenderán a capa y espada, en las circunstancias más adversas, en el poder y fuera de ese señorío.

Entran en el ajedrez los que han ejercido la función pública profesional y honradamente (la meritocracia); los aspavientosos, que rastrean y tantean para naipear o defraudar con propuestas subjetivas y sin sustentación técnico-científicas, y los que merodean alrededor de todos los mandatarios, a los que no les guardan fidelidad alguna en trances enojosos y mortificantes.

En el tablero pululan pescadores de riquezas, que se valen de relaciones y nombradías para impresionar y sorprender; chantajistas mediáticos, que solo apagan sus voces con canonjías; empresarios que saben cómo llegar y obtener la aprobación de proyectos, y gremialistas que levantan todas las banderas, para preservar “conquistas reivindicativas colectivas”.

Ansiamos que el buen juicio que han acompañado al mandatario y sus correctas valoraciones, entrecruzando variables en cada candidato, sacarán el gabinete más apropiado para estos tiempos de volatilidad global y reforma estatal. Eso no quita que, supletorio a las pinceladas precedentes, en la atracción de los puestos públicos zumben la utopía de la lejanía y el pragmatismo de la cercanía. También, que respiremos profundamente, sin dar cabezazos, recemos/oremos, bajo este grito: ¡Dios, mete tu mano!

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