Por Alejandro Espinal

Alejandro Espinal
Los partidos marxistas de Europa en el siglo pasado impusieron a sus cuadros la práctica de la crítica y autocrítica, como una forma de corregir los errores cometidos, ya sea por el individuo o la colectividad.
No había agenda que no marcara el punto de la crítica, aunque en ocasiones no cumplieran lo acordado.
Esto consistía en una ronda de los miembros del grupo, haciendo referencia a las tareas no cumplidas, por igual se reconocía a los que habían cumplido sus obligaciones partidarias.
Pronto este hábito se generalizó en todos los partidos de izquierda y de centro de todo el mundo.
República Dominicana no fue la excepción, sus partidos procomunistas y del centro igual lo adptaron. Los grupos estudiantiles, clubes deportivos y culturales también hacia lo propio.
En estos días, de tanta violencia intrafamiliar y delincuencia común, me he puesto a reflexionar si esta actividad de los partidos de izquierda nos podría ser útil para tratar de enmendar errores y distorsiones en la célula más pequeña de la sociedad, la familia, donde comienza todo.
Una colectividad no puede funcionar cabalmente si su base de sustentación, como es la familia, está desviada de sus principios. Hay que lograr una armonía con la sociedad y romper el cerco del delito familiar, la delincuencia común y otras variantes criminales.
Sería bueno probar con la crítica y autocrítica, reuniéndose la familia cada 15
días por lo menos por dos horas los sábados en horario consensuado. Así se pasaría revista de la escuela de los hijos, el trabajo u ocupaciones de los padres. Acordar los momentos de recreación, la ropa, calzados y hasta la forma de preparación de los alimentos.
La familia es como una orquesta de música donde todos sus miembros deben ir en armonía.
¡Qué lindo debe ser escuchar al padre o la madre admitir que aplicaron un castigo injusto a uno de los hijos o oir a un vástago de estos disculparse por no hacer la tarea o no ayudar a su madre en los quehaceres domésticos! Igual al padre en alguna actividad de limpieza del jardín, por ejemplo.
Si la familia actúa como una orquesta dirigida por un maestro, todos tocarán al compás indicado.
El ser sano, honesto y honrado, nada tiene que ver con la cuna donde nació sino con la fortaleza moral de la familia, donde el robo, la bellaquería y simulación, no tienen cabida.
Practiquemos la crítica y autocrítica y tendremos mejores familias y más funcionales.
Hable francamente con sus hijos, conozca sus inquietudes y verás que será mejor que ir a verlo a la cárcel, al hospital o llevarle flores al camposanto.