Parturientas haitianas y mentiras…
Ayer leí las declaraciones de un funcionario haitiano que acusa a la autoridad dominicana de ejercer supuesto maltrato contra parturientas de su país, que cruzan a este lado para alumbrar a sus vástagos. Les confieso que suscribiera esa denuncia y asumiera la defensa de esas infelices mujeres, siempre que se trate de un caso que precise de la solidaridad humana. Más resulta que ese es un negocio redondo, según ellas mismas revelan, que operan bandas criminales y por el que cobran hasta 15 mil pesos a cada “cliente”. Y bueno, la alegre acusación de ese funcionario haitiano es algo en lo que se incurre con frecuencia, en la aviesa y vieja estrategia de vender al mundo la imagen de un país, República Dominicana, esclavista, desalmado que, en pleno siglo 21, sigue maltratando, vejando, explotando sin piedad, a los pobres haitianos. El caso es un elemento más en la trama que persigue al final la unificación de la isla y, en cuyos propósitos, participan muchos de allá y también de aquí. Ante la acusación y por la frialdad con que reaccionamos de este lado, hay que insistir en que los dominicanos somos gentes buenas. Tan buenas que en ocasiones se confunde nuestra amabilidad y hospitalidad con la condición de pendejos. Somos seres receptivos, amigables, abiertos, conversadores, gente solidaria, nunca esclavistas como se insiste en presentarnos, gente que se entrega por entero a los demás, que ofrece una sonrisa, comparte lo que tiene, y que convive todavía en riesgosa confianza con los haitianos, sin importarle si son legales o no. Y eso solo es posible aquí, solo pasa aquí, en éstas nobles tierras donde extranjeros sin visado, sin documentación alguna, realizan su vida normal con acceso a servicios de educación, salud , transporte, protección de sus derechos laborales, y la amabilidad de los criollos. Por eso indigna la ingratitud haitiana, al igual que las manipulaciones y mentiras de organismos y figuras internacionales, muchas veces estimuladas hasta por fariseos del periodismo local. Pero alguna vez todo quedará claro como el agua!