Putas de la prensa
Es una miserable tragedia que la prensa dominicana, el periodista en sí, esté más desacredita que una puta de un barrio cualquiera. Y aunque en honor a la verdad son muchos los factores que inciden en ese deprimente fenómeno,-veremos más luego los más importantes- la mayor cuota de descrito la aporta la manada de salteadores y buscavida a quienes se les permite incursionar en los medios y usurpar la profesión de periodísta, con mayor énfasis en la televisión y la radio, a sabiendas de que no reúnen el más mínimo requisito académico ni ético, aunque sí destacan por su destreza y habilidades en materia de extorsión y chantaje. ¡Pero qué importa si lo que vale es que puedan pagar el arrendamiento de un espacio! En este punto seré justo y en consecuencia admito las honrosas excepciones. Los hay que, sin tener grado en periodismo, pero que son destacados profesionales de otras ramas, incursionan en los medios y su labor resulta más positiva que negativa. Estos no suelen salir a la calle con falsos carnet de prensa y mucho menos a picar como un bracero de ingenio, pero lo correcto es que sigamos aspirando a que el uso de los medios sea regulado para que, en materia de ejercicio profesional, que no es lo mismo que el derecho a la libertad de expresión, quede reservado para los que se forman en las aulas y para aquellos que, por su experiencia y largos años de ejercicio, ganaron el reconcomiendo de periodistas profesionales. ¡Atención! No estoy sugiriendo que a los demás profesionales y ciudadanos no se les permita usar los medios, jamás lo plantearía, solo digo que, aunque esto moleste a algunos, el zapatero tiene que estar en sus zapatos. No es que, a los políticos, abogados, médicos, ingenieros o cualquier otro profesional, se les prive del derecho a hacer programas en la televisión y la radio, pero esas producciones tienen que limitarse exclusivamente a tratar temas vinculados a sus profesiones. Y si en alguno de esos programas se incluyen segmentos reservados a profesionales del periodismo, la regulación debe exigir la contratación de al menos un periodista para que los conduzca. Con esas regulaciones la sociedad obtendría doble ganancias: Dejaría de estar expuesta al uso alegre e irresponsable de medios tan influyentes como los electrónicos y, además, se beneficiará con creces de un servicio periodístico hecho con profesionalidad y apego a las normas éticas. Solo en el marco de la permisibilidad y el relajo, es posible ver en televisión, por ejemplo, a un ingeniero presentando y “analizando” el resumen de los hechos noticiosos del día; entrevistando a funcionarios y dirigentes políticos y sociales, sin conocer un carajo del exigente género entrevista, sobre temas que nada tienen que ver con la ingeniería, haciéndose pasar por periodista y exhibiendo en su vehículo un letrero de Prensa. Estas linduras que los propios periodistas permitimos, al igual que sus organizaciones, nos desacreditan como putas de la prensa… (Continuará).