REVOLTILLO
Abel Martínez fue por lana y salió trasquilado.
Abel Martinez cosecha su primera derrota política con la decisión del Comité Político del PLD, de no corresponder sus intenciones de que se le reservara la candidatura a la Alcaldía de Santiago. Como todo faraón no acostumbrado a que se le nieguen sus deseos y caprichos, ahora argumenta que supuestamente nunca pidió dicha reserva, con lo que ignora que la ciudadanía conoce al dedillo sus maniobras en ese sentido. En efecto, todo Santiago de los Caballeros sabe que se mudó por semanas a la capital dominicana para, en su condición de miembro del Comité Político y en compañía de algunos aliados, mover influencias tras sus propósitos fallidos. El flamante síndico ansiaba evitar un enfrentamiento en las primarias con su retador, el poderoso e influyente Fernando Rosa, y se llegó a creer que el Comité Político se tragaría el cuento que solo repiten sus loros, aquello de que su gestión municipal ha sido histórica, que ha convertido a Santiago en una “tacita de oro”, y que, por justicia, merecía ser premiado con la referida reserva. Ahora tiene ante sí una situación difícil debido a la complejidad de las variables y a los escenarios entre los que deberá manejarse en su intento de repetir al frente del Ayuntamiento Municipal. Aunque no hay dudas de que recurrirá a las armas que empleara para arrebatar a sangre y fuego la candidatura a Monchy Rodríguez en el 2015, tendrá que contar ahora con un Fernando Rosa que controla las estructuras del partido, que tiene ocho años de trabajo sostenido de cara a la gente, un político de carne hueso, que dialoga, que vive y conoce el sentir de los santiagueros, que no se oculta entre paredes y que tiene claro que las decisiones que tienen que ver con la ciudad, deben ser discutidas y aprobadas con la participación de la municipalidad. El propio Abel Martinez sabe que el PLD, los peledeistas, no asumen como suya la gestión que dirige y que, por igual, la inmensa mayoría de los pobladores de los barrios se sienten engañados y burlados porque sus obras, a pesar de haber sido aprobadas a través del presupuesto participativo, en tres años y medio no acaban de llegar. De modo que por ahora y con esta decisión del Comité Político, con el flamante Abel Martínez pasó lo que decía mi abuela allá en el campo, fue por lana y salió trasquilado.
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El turismo es parto de Patria; es un deber asumir la defensa de lo nuestro
República Dominicana es tan solo un pequeño territorio de apenas 48 mil kilómetros cuadrados. No más que una media isla donde, eso sí, la extensión territorial se hace inmensa con las bondades de sus atractivos turísticos, sus paisajes, manifestaciones y reservas culturales; con el calor y hospitalidad de su gente, con el sabor incomparable de su plato bandera y con la pasión que arranca su codiciado mangú. No es más que un dichoso pedazo de naturaleza expresada en cuevas, playas, arena, sol, montañas, picos, oro, ámbar, café, cacao, y que todo unido al ingenio del hombre, la converten en tierra del tabaco, del merengue y la bachata, del cigarro y el ron… Pero también hacen de ella el destino turístico número uno de la región, la residencia principal del golf en el Caribe y toda América Latina, posee 26 campos para práctica de ese deporte, y es el lugar donde ubican los hoteles y resorts que millones de turistas prefieren cada año para vacacionar. Quizás en la fortaleza de su liderato, a pesar de lo pequeño de su espacio, radique el motivo por el cual competidores desleales aprovechan la ocurrencia de casos aislados de fallecimientos de turistas, ocurridos por causas naturales, para poner en marcha la aviesa campaña mediática que, en arenas internacionales, busca presentar a República Dominicana como una amenaza para los visitantes. El propósito es tan claro como la bajeza de las intenciones y ante este tipo de conducta propia de carroñeros que gustan de la carne podrida, la unidad de pueblo y gobierno tiene que levantarse como un solo cuerpo y asumir con dignidad y firmeza, la defensa de lo que hemos ganado como destino preferido en la región. Ya lo ha reiterado más de una vez y en distintos escenarios el ministro Francisco Javier García, el turismo es la locomotora de la economía nuestra. Y también ha dicho que sector privado y gobierno, yo agrego Estado y pueblo, deben asumir su defensa y protección como un solo cuerpo. El turismo es parto de Patria y como dominicanos, la pasión de cualquier género debe quedar relegada al deber de asumir la defensa de lo nuestro.
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Nadie está matando turistas en República Dominicana
Nadie está matando turistas en República Dominicana. Ocurre que cuando cada caso de muerte de algún visitante, aunque ocurra por causa natural, es destacado con aspavientos en la prensa, como ocurre en medios internacionales, parecería que hay en el país una despedida acaecería contra nuestros distinguidos y siempre bien recibidos visitantes. Nada pudiera resultar más estúpido y aunque naturalmente todos lamentamos lo ocurrido, se trata de situaciones que no rebasan la condición de lo fortuito y coyuntural. Solo los interesados, aquellos que combinan maldades e impulsan campañas sucias para dañar nuestro turismo, pueden verlo y de hecho lo ven de otra manera. Y aunque lo intenten con insistencia, jamás podrán convencer de que es consecuencia de la supuesta inseguridad que se quiere vender y tras lo que se oculta el avieso propósito de hacer creer, de confundir, tanto a los mercados emisores como a los propios turistas, de que el nuestro es un destino arriesgado y peligroso.
Todo se trata de un mal momento que nos ha tocado vivir y por el que tantos otros países han atravesado, al punto de que en esta materia cargan con las peores estadísticas. Solo hay que recordar que, en los últimos cinco años, más de 30 millones de turistas pernotaron en República Dominicana y a menos que se prefiera manipular y hacer sucia competencia, nadie puede alegar y mucho menos demostrar, que cientos de ellos murieron a causa de inseguridad y delincuencia. Estamos frente a la necesidad de apelar a la consciencia nacional para combatir por todos los medios las pretensiones de quienes, a base de mentiras y medias verdades, quieren despojarnos de la preferencia ganada entre millones de turistas. ¡Que así sea!